Como he hecho en alguna ocasión, recupero material de antiguos artículos y los remozo para la ocasión.
Hablar de Ed Brubaker y Sean Philips es hacerlo de dos artistas cuyos trabajos en conjunto han supuesto los momentos más álgidos de sus respectivas trayectorias y prueba de tal afirmación son las dos magistrales “temporadas” de ‘Sleeper’, todos y cada uno de los arcos argumentales que conforman el increíble tapiz del género que es ‘Criminal’ y, cómo no, esa ‘Incógnito’ en la que guionista y dibujante exploraban de forma alucinante las fronteras de aquello que hace a un villano ser cómo es.
Con todo ese background a prueba de bombas —porque es a prueba de bombas, que a nadie le quepa duda— Brubaker y Phillips tenían medio camino sembrado para, hicieran lo que hicieran, contar con el favor mayoritario de aquellos que habíamos seguido con ahínco sus anteriores incursiones en el noveno arte. Pero, como suele pasar con los grandes del medio, acomodarse en una posición no es sinónimo de descenso de calidad, y lo que los dos responsables de ‘Fatale’ ofrecen en este noir de tintes fantásticos es, de nuevo, un ejemplo categórico del superlativo nivel en el que se mueve su forma de entender el cómic.
A vista de pájaro, ‘Fatale’ no pasaría de ser una incursión más de Brubaker en el género que tanto y tan bien ha abonado desde hace años. Un género que ha contaminado —en el buen sentido de la palabra— la práctica totalidad de la producción del escritor dejándose sentir con especial singularidad en las cabeceras de superhéroes que ha abordado, ya sea aquella dedicada a cierta felina de Gotham, ya al defensor de la verdad y la justicia más veterano del Universo Marvel. Pero que nadie se lleve a engaño, por más que su título haga clara referencia al término francés que se usa normalmente para definir a las féminas de los relatos de corte noir, lo que Brubaker combina aquí trasciende los mismos de manera genial.
‘Fatale’ arranca como deben hacerlo todas las buenas historias de género, con un prólogo que nos introduce de forma irremisible en un relato que arranca en el presente presentando a dos de los personajes que servirán de protagonistas: Nicolas Lash y Jo —apócope de Josephine y la mujer que, sin duda, sirve para dar título a la serie—. En diez páginas de auténtico vértigo, a Brubaker le da tiempo de todo y haciendo gala de una habilidad narrativa como pocas, el guionista pasa de un funeral a la casa del fallecido a una huida desenfrenada en coche y, de ahí, a un hospital en el que un convaleciente protagonista da paso a lo que a partir de ese momento se convertirá en el hilo temporal de la narración: San Francisco a mediados de los años 50.
Una época inmejorable en la que, ya desde la primera página, Brubaker sitúa a Josephine, la femme fatale que oculta un secreto capaz de arrastrar a cualquier hombre a la perdición. Y el elegido es un tal Dominic Raines, un periodista que resulta ser el fallecido protagonista del funeral que abría el número unas pocas páginas atrás. El misterio está servido y la trama, a partir de ese momento, comienza a complicarse con la inclusión de Walter Booker, un poli corrupto ex-amante (o amante) de Jo y alguien a quién llaman El Obispo, un oscuro mafioso que sirve a Brubaker como elemento mediador en la introducción de una componente que comenzaba a intuirse pero no terminará de explotar hasta bien avanzada la historia; la sobrenatural.
Sectarios encapuchados y un demonio ataviado de hombre, recursos ambos que le tiran los tejos de manera nada velada al imaginario de H.P.Lovecraft, serán los elementos que el escritor utilice para reinventarse y no caer en pretéritos esquemas argumentales. Y al contrario de lo que podría parecer, el buen hacer del escritor y su absoluto control sobre lo que funciona o no en una historia llevada a viñetas, provocan no sólo el desmedido interés de un lector que se bebe las páginas con ansia, si no el desarrollo de un relato en el que, como no podía ser de otra manera, todo funciona a las mil maravillas.
Unas maravillas que incluyen, claro está, al nivel que roza cada dos por tres el dibujo, la narrativa y el ritmo con el que Sean Phillips insufla vida a los guiones de Brubaker. Con el rodaje adquirido por las muchas colaboraciones con el guionista, el arte de Phillips se caracteriza, sobre todo, por la naturalidad con la que fluye junto a la historia, sin que en ningún momento quepan pensamientos como “a este relato le habría ido mejor otro dibujante” o “aquí hubiera funcionado otro tipo de composición”. Es tal la solidez de la sinergia establecida entre escritor y dibujante que atribuir la paternidad de ‘Fatale’ a uno de ellos sin tener en cuenta al otro resulta tan inconcebible como que cualquier aficionado al noveno arte no se acerque a esta serie que tantas emociones llegará a acumular en su trayecto.
Fatale. Integral 1
- Autores: Ed Brubaker & Sean Phillips
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 312 páginas
- Precio: 24,70 euros en