‘Thor y la mujer águila’, un batiburrillo extremadamente bello

En las dos ocasiones en que hemos tenido la oportunidad de asomarnos a la obra de Félix Vega —ambas gracias a Planeta Cómic—, nuestras disquisiciones acerca del trabajo del chileno se han movido en términos de analizar, casi por separado, lo que el artista ponía en juego en viñetas y dibujo y aquello que correspondía a la historia que quería contar de forma estricta. Un análisis que se saldaba con claro ganador en ambos casos para el primero y que establecía enormes diferencias entre éste y la (in)capacidad de Vega para hilvanar una historia sólida que estuviera a la altura de su extraordinario arte. Pasó en ‘Juan Buscamares‘. Volvió a pasar, aunque con considerable menor intensidad, en ‘Duam‘. Y, ahora, tres años después de ésta última, vuelve a pasar, quizá de forma aún más matizada, en esta ‘Thor y la mujer águila‘ en la que el sudamericano insiste en mezclar la mitología de su país natal con otros elementos foráneos. Pero si en sus dos obras anteriores dichos elementos surgían, más o menos de su imaginación, en esta ocasión el chileno, como podréis suponer por el título del álbum, tira de mitología nórdica y nos regala, en el choque de ambos mundos, un relato que funciona de manera más efectiva que sus predecesoras aunque sigue acusando uno de sus mismos problemas: su longitud.

Y es que 124 páginas se antojan excesivas para el relato que Vega quiere contar, sobre todo cuando, llegado más o menos el tramo intermedio de la narración, es fácil comenzar a identificar ideas y «secuencias» que parecen estar puestas ahí para prolongar sin más la historia. Tanto es así, que acudiendo al fácil ejercicio mental de eliminarlas del entramado una vez se ha terminado de leer, resulta evidente lo prescindible de su personalidad y lo mucho que se habría beneficiado, en cuanto a ritmo, la lectura del volumen. De todas formas, dejando este problema de lado —que no es pequeño, ni mucho menos, pero es uno que puede aparcarse temporalmente— hemos de admitir que la manera en que Vega tiende puentes entre las dos mitologías que aquí se dan cita sin rubor, funciona mucho mejor de lo que cabría pensar a priori, y el encuentro entre esa intrigante mujer águila y el dios del Trueno, amén de todos los elementos ligados a ambas tradiciones que tienen cabida aquí —sobre todo en lo concerniente a la nórdica, de la que se echa mano en abundancia—, es uno que nos engatusa de manera intermitente; que nos interesa ora más, ora algo menos y que nos lleva de la mano, esto sí, de forma constante, por todo un imaginario que se aproxima al diseño de las deidades de Asgard apartándose, y cómo, de cualquier visión previa que cualquier artista haya podido hacer en un tiempo anterior.

Habrá quién piense, asomándose a las páginas de ‘Thor y la mujer águila’ que Vega es un pelín hortera y que sus diseños parecen sacados de la pesadilla más psicodélica de Alejandro Jodorowsky. No seré yo quien me alce en contra de esa opinión por muy distante que la mía quede de ella puesto que, honestamente, razón no le faltaría: de colorido apabullante —como es usual en el artista—, lo que encontramos aquí parece llegado de otra época, pero no de otra cualquiera, sino de esos años 70 en los que Moebius eclosionó en toda su fuerza. Bebiendo considerablemente de la influencia del alter ego de Jean Giraud —¿o era al revés?— y de la corriente visual que marcó ‘Metal Hurlant‘, este álbum podría perfectamente encajarse en la ciencia-ficción que vino dictaminada por los parámetros de la legendaria revista francesa. Quizá para muchos eso establezca una barrera infranqueable por lo superado que están gran cantidad de los paradigmas visuales de la época. En mi caso, con la fascinación que siempre han despertado, y siguen despertando, las formas que de ella se nos legaron, no puedo interponer más pegas que el hecho de que, en ocasiones, y a saber debido a qué, Vega pase de una viñeta espectacular a una irregular, sobre todo en lo que a sus personajes concierne. Más allá de ese detalle, insignificante en el conjunto, lo que encontramos aquí es, de nuevo, de una espectacularidad visual abrumadora.