COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Rusty Brown’, único y perfecto como un copo de nieve

Hace varias semanas que terminé de leérmelo. Llevo desde entonces pensando en él de manera recurrente, buscando la forma óptima de comenzar una reseña que siquiera pretenda llegar a hacerle justicia. Días con el borrador preparado para empezar a teclear y juntar vocales y consonantes, signos de puntuación y espacios. Y todavía no sé muy bien cómo voy a dar forma a un texto dedicado al que, si cierta continuación de cierta novela picaresca no lo impide, está llamado a convertirse en el MEJOR CÓMIC del 2019 a años luz de cualquier otra cosa que este redactor haya podido leer durante los últimos diez meses y los días que nos separan del comienzo de este noviembre en el que nos encontramos. Cierto es que dicha calificación está algo cogida con pinzas por cuanto, de lo que Chris Ware ofrece en ‘Rusty Brown’, no todo es novedad estricta —cualidad que, hasta ahora, era la que respetábamos con mayor celo a la hora de elegir al receptor de dicho título—, pero creo que, dado lo magistral de lo que aquí podemos hallar, ignorar ese pequeño detalle es más que obligado.

Dividido en tres grandes bloques temáticos, son los dos primeros los que vieron la luz en su momento en su ya legendaria y multi-premiada ‘Acme Novelty Library’: ‘Rusty Brown’, el niño que da nombre al volumen meticulosamente editado por Random House siguiendo el original estadounidense —y permítanme interrumpir aquí el normal discurrir de la reseña para aplaudir, de la forma más enérgica posible, el trabajo de Rocío De la Maya Retamar, la traductora de tan gargantuesco proyecto—, alumbró por primera vez en el número 16 aparecido en 2005 de la citada publicación; mientras, Jordan Lint hizo lo propio en el número 20 aparecido en 2010, un volumen titulado ‘Lint’ que, a título personal, supuso la mejor lectura de aquél año y que confirmó algo que ya había podido comprobar tiempo atrás cuando le hinqué el diente por primera vez a la edición de Planeta DeAgostini de ‘Jimmy Corrigan’; que el talento de Ware para narrar historias era tanto o más descomunal que su evidente —¿y enfermiza?— obsesión por cuidar hasta el más mínimo detalle de cada viñeta y plancha, o de cargar estas últimas en ciertos momentos con infinidad de pequeños espacios narrativos llamados a eternizar la lectura de sus producciones.

Antes de seguir, y entrar a ese tercero que es el que justificaría de forma plena el considerar a ‘Rusty Brown’ como novedad, hemos de detenernos obligatoriamente en lo que Ware nos ofrece en los dos primeros tercios de un volumen que, como ya pasara con sus anteriores trabajos —y en ninguno se hizo tan evidente esta característica como en la descomunal ‘Building Stories’—, es una pequeña obra de arte en sí mismo antes incluso de abrirlo y empezar a leerlo, con esas guardas que se despliegan y que sirven de perfecta e imprescindible antesala —que a nadie se le ocurra no leerlas de arriba a abajo y de izquierda a derecha…bueno, y de abajo a arriba y de derecha a izquierda, que con Ware ya se sabe— a lo que nos encontraremos en 360 páginas que, como comentaba más arriba, arrancan con las aventuras de un pequeño y patético chaval llamado Rusty Brown.

Rusty no tiene amigos, al menos que como tal contemos a la figura de Supergirl que esconde en su pupitre por miedo a que alguien la descubra y se burlen aún más de él. Sus padres distan mucho de ser la influencia que necesita y el frío entorno escolar en el que pasa sus mañanas es de todo menos adecuado. Vamos, que si esto fuera el mundo real, Rusty tendría todas las papeletas para terminar comprando un fusil de asalto en cualquier establecimiento y liándose a tiros en una de las masacres que tan desgraciadamente comunes parecen ser al otro lado del charco. Pero Warez no es tan truculento, y en lugar de inclinarse hacia tan trágica vertiente, prefiere abundar, no sólo en la personalidad de Rusty, sino en la de un pequeño corpúsculo de personajes que se sitúan en su órbita más cercana, ya estemos hablando de su padre, profesor de instituto; un compañero de éste, profesor de dibujo para más señas, que, sospechosamente, se llama Mr. Ware y es clavado al autor o la nueva alumna que se incorpora a las clases el día que Ware decide echar un vistazo por las ventanas del aulario.

Porque, que quede claro, la característica principal de lo que el estadounidense desarrolla en las páginas de ‘Rusty Brown’ es, al igual que lo que podíamos encontrar en el fabuloso ‘Clyde Fans’ de Seth, una aproximación precisa y casi científica —por la manera en que no deja escapar ni un puñetero detalle—a las rutinarias y muy comunes vidas de sus protagonistas contadas de tal manera que no parezcan rutinarias o, mucho menos, comunes: acercarse a cualquier página del artista, con esa infinita división en minúsculas viñetas; con el absoluto control sobre el tempo narrativo que ostentan; con esa claridad narrativa y esa perfecta cualidad que destila su cristalino trazado; con ese maravilloso uso de la perspectiva militar que encuadra todos los ambientes en los que se mueve la acción; con sus asombrosos juegos de estructura de página, con muchas de ellas planteando al lector recorridos que nada tienen que ver con el tradicional «de izquierda a derecha y de arriba a abajo» —bueno, y de derecha a izquierda y de abajo a arriba, que con Ware ya se sabe— o con la forma en la que trata los saltos temporales, obligando al lector a permanecer con sus cinco sentidos puestos en por dónde va discurriendo la acción…en fin, que acercarse a cualquier página del artista es contemplar una portentosa obra que nunca ceja en su empeño por innovar y, por supuesto, anonadar.

Cambiando durante el primer tercio de la lectura —que en realidad ocupa casi la mitad de la misma— de la órbita de Rusty a la de la nueva alumna del instituto, de la de ésta a la de su sosias caricaturizado, y de ahí a poner en imágenes un relato de ciencia-ficción firmado por el sr.Brown antes de trasladarnos al pasado y contarnos, con todo lujo de detalles, las tribulaciones amorosas que llevaron al padre del «protagonista» a conocer a su madre—creo que no es necesario aclarar que este primer tramo de la lectura es tremendamente coral—; ‘Rusty Brown’ da, de cara a su segundo bloque, un brusco giro y de ofrecer un caleidoscopio de personajes, cada uno con su voz y con algo que decir al lector, centra su atención en uno sólo, Jordan Lint, un adolescente que ya había sido presentado en el bloque previo y del que el autor nos va a contar TODA su vida. Y cuando digo toda, me refiero a que asistiremos, a través de perspectivas en primera o tercera persona, desde el nacimiento hasta la defunción de un hombre ficticio que se siente de todo menos imaginado.

El ejercicio constante de renovación y reinvención que hace Ware aquí de los mecanismos del noveno arte que tenemos por usuales los que nos acercamos todos los días a este o aquél ejercicio de narración secuencial, es de un calado tan profundo, tan homérico y tan desproporcionado, que afirmar que lo que aquí postula el artista podría considerarse como un nuevo paradigma sobre el que asentar las bases de una revolución en vertical del mundo del cómic es mucho menos exagerado de lo que cabría imaginar: no es sólo que cada página atesore, una y otra vez, hallazgos visuales que le vuelan a uno la cabeza, es que su genialidad al ser capaz de captar la voz de su personaje en cada etapa de su vida, sin perder ni un sólo instante el hálito de tridimensionalidad, aumenta sobremanera la capacidad del relato de conectar con el que sostiene el volumen en sus manos, consiguiendo que, en no pocas ocasiones, revivamos algunas de nuestras pasadas experiencias a través de las vivencias de Jordan Lint.

Y así, llegamos al último bloque de ‘Rusty Brown’, el que Ware dedica a la maestra negra del personaje que da nombre al volumen. Recorriendo también su vida, pero dejando de lado la linealidad bajo la que asumía dicho recorrido en ‘Lint’, Ware somete al lector a un constante vapuleo atrás y adelante en el tiempo, provocando, si bien temporalmente, cierta sensación de desorientación hasta que, con el tiempo, conseguimos hacernos con las sutilezas que mueven los hilos de dichos cambios. Finalizando la historia de Joanne Cole, no con un cierre como cabría esperar, sino con una doble página en la que se lee «INTERMEDIO», es de esperar que sea la intención del autor la de continuar abundando en las vidas del entorno de Rusty Brown en futuras empresas. Sólo podemos aguardar pacientes y desear que para ello no tenga que invertir los 18 años que le ha llevado completar este mayestático volumenpero eso, hablando de Ware, quizá sea mucho pedir…

Rusty Brown

  • Autores: Chris Ware
  • Editorial: Random House
  • Encuadernación: Cartoné con sobrecubierta
  • Páginas: 360 páginas
  • Precio: 33,15 euros en

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