'No estoy tan bueno para que me comas 2', no dejes sitio para el postre

A golpe de título, ‘No estoy tan bueno como para que me comas’ es uno de esos mangas que en inicio se antoja una broma ligera que apenas sí da para un tomo autoconclusivo pero, como podemos comprobar, el romance continúa En contraste con ese primer número en el que habiendo presentado una divertida premisa (en un mundo dominado por los demonios en convivencia con la humanidad un chico humano oculta su verdadera naturaleza para evitar ser devorado hasta que un compañero de clase le descubre e inician una relación en la que mordisquitos y lametones están a la orden del día) los chistes comenzaban a repetirse demasiado, en este segundo número se opta por un camino distinto, amén de añadir nuevos elementos a esta mitología demoníaca (la clasificación de los diablos por colores).

El segundo tomo de ‘No estoy tan bueno como para que me comas’ la trama apuesta por el lado mas sentimental. Así un Hiyori cansado de ser objeto de tanto sobeteo va a pedir a Hodaka que por favor se contenga, ante lo que este le va a hacer una promesa de esas que duelen: no.le “comerá” ni mordisqueará a menos que el propio Hiyori lo solicite. Aunque por supuesto seguirá habiendo hueco para los equívocos y los dobles sentidos (a ver quien tiene más grande…la cornamenta) Y por supuesto unas escenas de alto voltaje que van a ocupar las últimas páginas del tomo.

Una digna continuación de su primera parte, aunque tampoco puede evitar como su predecesora dar varias vueltas a los mismos temas. Tal vez se agradecería una orientación más marcada ora hacia el drama (como ‘Coyote‘, otro BL con elementos sobrenaturales), ora hacia la comedia más loca, pudiendo dar buen pie hacia cualquiera de los dos. Este no es precisamente un tomo de los que atrapa nuevos lectores pero sí reafirma a los que ya se han enganchado al carro, ahondando una pizquita más en la psique de nuestros protagonistas y manteniendo un dibujo cuidado pero sin alardes. Disfrutado el aperitivo se intensifican los sabores de un primer plato que intenta demostrar que no sólo de humor vive el otaku.