‘Kill or Be Killed. Volumen dos’, asentados en la grandeza

‘Killed or Be Killed’ ha supuesto una de las lecturas más estimulantes y sorprendentes de este 2018.

(…)  sirve al guionista para cargar las tintas de manera considerable en arremeter contra los poderes fácticos, la idiosincrasia de la sociedad yanqui o algunos de los peores males que aquejan a nuestro mundo

(…) en lo que se refiere al trabajo de Sean Phillips, sólo se me ocurre, así a bote pronto, un calificativo: WOW!!

Reseña de ‘Kill or be Killed. Volumen uno’

Los tres extractos superiores, sacados de la reseña que le dedicáramos hace casi un año al primer volumen de ‘Kill or Be Killed’, dejaban muy claro, y es algo sobre lo que insistíamos en aquellas líneas, que el proyecto de Ed Brubaker y Sean Phillips era, como TODA su producción —TODA, sin ninguna excepción— lectura obligada para los amantes del noveno arte: ya en aquellas líneas comentábamos también que poco podíamos desvelar del entramado que va hilvanando el portentoso guionista en torno al personaje de Dylan Baker y mucho nos tememos que, si entonces no nos veíamos capaces de hacerlo, adentrados en los números aquí contenidos —los cinco al diez de la numeración original yanqui— menos vamos a poder avanzar de aquello que Brubaker construye aquí.

Obligados pues a movernos en los terrenos de las vaguedades, esperemos que sea suficiente con seguir insistiendo en la descomunal grandeza de todo lo que articula el creador de ‘Criminal’ —que, a todo esto, agarraos para lo que se os viene encima con la nueva encarnación de esta cabecera—; en la superlativa, elocuente y cínica disección que hace de nuestra sociedad y, por supuesto, en la forma en la que, con esa permanente «voz en off», agrega a ‘Kill or Be Killed’ a la mejor tradición del noir de la mano de un Phillips que, si tal cosa es posible, continua dejándonos asombrados, perplejos y boquiabiertos en unas páginas sobre las que cabría afirmar que son lo mejor que le hemos visto al británico sino fuera porque, después de tantos años siguiendo tan de cerca su trayectoria, somos muy conscientes de que el mejor trabajo del dibujante es, siempre, el último.