COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Cuerpos del delito’, asombrosa y fascinante

No dejarán de sorprendernos, por mucho que a estas alturas tuviéramos que tomarlos como algo habitual, los ímprobos esfuerzos de Ricardo Esteban y Dibbuks por cogernos desprevenidos con propuestas que dilaten algo más el ya vastísimo panorama del tebeo español. Poseedores de una capacidad sin igual para sacar al cabo del año varios de esos títulos que se terminan posicionando como firmes contendientes para entrar a formar parte de la selección de lo mejor que hayan dado los doce meses de turno, los chicos de la editorial madrileña siempre parecen tener un as en la manga por estos días en los que la Feria del Libro de la capital española está en plena efervescencia. El año pasado fue la MAGISTRAL ‘Hoy es un buen día para morir’, ese fascinante trabajo de Colo que superaba con creces a la ya enorme ‘De perro y huesos’ y que, lo acabo de decir, encontraba su justo lugar en lo mejor de 2016. Y este año, este año ha sido ‘Cuerpos del delito’ la que nos ha dejado completamente patidifusos.

De acuerdo que, dando cuenta de los dos nombres que encabezan el volumen en cartoné, uno debería haber estado medio preparado para lo que se le venía encima. No en vano, poco hay que afirmar a estas alturas sobre Antonio Altarriba que no se haya dicho ya tanto aquí como en cualquier otro rincón de la blogosfera dedicado al noveno arte; y cualquier amante del tebeo español sabe —o debería saber— de las impresionantes capacidades del guionista para atrapar a sus lectores en unos relatos que, con ‘El arte de volar’ y ‘El ala rota’ a la cabeza, nunca dejan indiferentes. Por su parte, quizás el nombre de Sergio García no tenga tanta repercusión como el de su pareja de baile en el título que hoy ocupa nuestro tiempo, pero aquellos que se atrevieran con su ‘Caperucita Roja’ —ese desplegable que, publicado por Dibbuks, era TODO un experimento en narrativa secuencial— sabrán del singular talento visual que atesora el artista granadino.

Y aún así, aún considerando que ambos rozan elevadas posiciones, era la incógnita y no elevadas expectativas la que gobernaba mi aproximación a ‘Cuerpos del delito’. Sin saber nada de ella —tengo por costumbre en los últimos tiempos no informarme a priori del contenido de una obra y hacerlo, si así lo merece, toda vez ésta está leída— la primera sorpresa que el lector se encuentra al abrir el tomo editado con sumo cuidado por Dibbuks es de esas que lo dejan «descolocado» durante unos instantes. En lugar de un tebeo al uso —que era lo que creía iba a encontrar— este primer volumen de una serie que, si hemos de hacer caso a la contraportada, encontrará futuras entregas, se estructura como una novela ilustrada en la que Altarriba hilvana cuatro relatos diferentes correspondientes a sendos personajes con dos nexos de unión fundamentales; uno, el tabaco; dos, la guerra de Bosnia.

Con tales mimbres, y el inmediato beneplácito hacia lo que estamos leyendo que genera el magnífico y elocuente prólogo acerca de algunas de las, llamémoslas idiosincrasias, que rodean al tabaco, lo que Altarriba construye a lo largo de las setenta y pocas páginas sobre las que se prolongan las citadas cuatro historias es de un calado al que sólo se le puede calificar de una manera: MAYESTÁTICO. Cortante, seco, realista y de una cualidad áspera, cruda y descarnada que casa a la perfección con el ambiente en el que se desarrolla, la prosa del autor de ‘Yo, asesino’ no se lee, se consume con una avidez tal que no debería extrañarle a nadie el observar cómo se le entrecorta la respiración, hace aparición cierta ansiedad conforme avanza la lectura y uno quiere saber de sus posibles desenlaces y, una vez se ha finalizado, aparece una suerte de síndrome de abstinencia que, cuidado, podrá llevaros a leer de nuevo tan asombroso despliegue de talento.

Puntualizados por las soberbias ilustraciones en blanco y negro de un Sergio García que juega muchísimo con la metáfora visual en su interpretación de ciertos pasajes del texto y que, con su estilo profuso en líneas y de marcada personalidad expresionista —hay un par de dobles páginas que parecen extraídas directamente de los exagerados y geniales encuadres y juegos de luces de ‘El gabinete del Dr. Caligari’ de Wiene— refuerza aún más esa sensación áspera que transmite toda la lectura, hay todavía espacio gigantesco en ‘Cuerpos del delito’ para la más absoluta de las sorpresas cuando uno finaliza las cuatro historias y deja atrás a Miroslav, François, Ratko y Hervé creyendo que ya nada queda de lo que dar cuenta.

¡Error! Pegado a la cubierta trasera por el interior, un pequeño sobre de inocente color marrón que parece estar puesto ahí de manera casual, guarda en su interior un desplegable que, a la postre, es el directo responsable de hacer subir el escalón que le faltaba a ‘Cuerpos del delito’ para pasar del sobresaliente a la obra maestra: impreso a dos caras, dicho desplegable es una doble lección figurada y literal sobre hasta dónde puede llegarse con el arte secuencial. Sin que importe en exceso por dónde se comience a disfrutar del enorme póster —aunque mi recomendación es que se haga por la cara «figurativa», una ilustración que, dentro de la típica silueta con la que la policía científica marca la posición de un cadáver en el suelo, recoge los cuatro relatos de Altarriba en dibujos—, lo que García propone en ambos lados del cartel es, a todas luces, obra de alguien que conoce de forma íntima los mecanismos que controlan el noveno arte: si la faz «figurativa» raya a un nivel que deja perplejos, no es menos aquella en la que el lado pedagógico del granadino queda recogido en una «lección magistral» acerca de cómo narrar sin las ataduras de las viñetas.

Podría decir más, mucho más, pero me voy a para aquí y, en lugar de arriesgarme a aburriros, os insto a que os hagáis a la voz de YA con esta puñetera obra maestra. Hacedlo. En serio. Hacedlo YA.

Cuerpos del delito

  • Autores: Antonio Altarriba & Sergio García
  • Editorial: Dib-buks
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 74 páginas
  • Precio: 15,20 euros en

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