Fandogamia se escribe con F de FEMENINO

A mis casi 50 años, que siempre he tratado vivir bajo estrictas consignas de igualdad sobre lo que la mujer «podía y no podía hacer», me sorprende en ocasiones, no que nuestro gobierno se enzarce en interminables debates acerca de las medidas a tomar para lograr los objetivos de equidad entre sexos, sino que, a pie de calle —o, en mi caso, a pie de aula— tenga que observar, con pavorosa sorpresa en ocasiones, cómo esa igualdad que tanta lucha ha costado, y sigue costando, se diluye, en ocasiones de manera flagrante, por los comportamientos que acusan nuestros jóvenes, influenciados por la toxicidad de aquellos modelos de roles que ven en las RRSS. A cuenta de ello, la labor que hacemos los docentes se ve forzada, no sólo a transmitir conocimientos, sino a tratar de demoler conceptos arcaicos sobre aquello que tradicionalmente se ha asignado, y se sigue asignando, a un sexo y a otro, y era digno de observar el (encendido) debate que, este mismo curso, se abría en mi tutoría cuando les planteaba un simple ejercicio de escribir términos normalmente asociados a hombres y mujeres para, después, pasar a ver cada uno de ellos bajo la perspectiva opuesta.

Por fortuna, el mundo del arte y del talento creativo nunca ha estado condicionado a tener pene o vagina y, ciñendo el discurso al noveno arte, por más que inicialmente fuera un mundillo dominado por los cromosomas XY, si algo ha demostrado el cómic a través de las décadas es que da igual de dónde venga la voz que nos quiere contar una historia si lo que realmente importa es que dicha historia nos atrape, nos emocione y, bien nos haga pasar un rato de lo más entretenido, bien nos haga reflexionar, bien, como pasa en las dos propuestas que os traemos hoy, logre calar hondo en ambos frentes; alzándose tanto ‘El duelo’ como ‘Mi vida sin rosa’, ambas publicadas por Fandogamia, como dos de las lecturas más potentes a las que nos pudimos asomar durante 2022.

Si lo transformáramos en un libro de autoayuda, ‘El duelo’ sería uno de tantos volúmenes que uno puede encontrar en una librería destinados a ayudar al comprador a lidiar con alguno de los incontables males derivados de ese algo llamado vida. Pero insistimos en lo que hemos apuntado al final del párrafo anterior, lo que traza aquí Paula Cheshire no tiene nada de convencional y lo que la pontevedresa pone en juego en estas 112 páginas de que consta el volumen es de un calado emocional considerable que, si se alza como vehículo para ayudar al lector, es por la honestidad con la que la artista nos acerca a la pérdida de su madre y al duro proceso de superar la muerte de un ser tan querido. Ese mismo calado emocional es el que detenta ‘Mi vida sin rosa’, relato en primera persona, igual que ‘El duelo’, sobre la lucha consigo misma y contra los patrones y esquemas establecidos por la sociedad con respecto a los géneros con los que, desde pequeña, ha tenido que lidiar la cordobesa Lizth Bianc.

Hablándonos desde lo personal e importando entre poco y nada que hayamos compartido o no las experiencias que aquí se ponen en juego, tanto Cheshire como Bianc consiguen desmontar ipso facto todo prejuicio, justificado o no —todo lo justificado que un prejuicio podría estar, claro—, y logran que la empatía con las enormes cuitas de una y otra sea inmediata. Porque, cuidado, lo que cada autora maneja en su volumen no es baladí, y la intensidad emocional con la que plasman sus vivencias llega a ser por momentos tan cruda como sobrecogedora. No cabe duda que dichas cualidades quedan amortiguadas por el sano y franco sentido del humor con el que se aproximan, desde la reflexión, a su pasado y presente, pero aún contando con el alivio que los chascarrillos —tanto visuales como en los diálogos— nos proveen y lo que reconforta saber que, a pesar de los pesares, la resiliencia ha logrado que ambas salgan adelante aprendiendo a vivir con lo que las cartas que la existencia ha tenido a bien —o a mal— repartirles, no tengáis ninguna duda de que, en ocasiones, la congoja es lo que atenazará vuestros corazones.

Y eso, por más que uno pueda pensar que tendría que ser asidero al que sujetarnos para, en un momento, no aproximarnos ni a ‘El duelo’ ni a ‘Mi vida sin rosa’ es, precisamente, lo que debería empujaros irremisiblemente a haceros con los dos libros publicados por Fandogamia: despojándose de un plumazo de la etiqueta única de entretenimiento que parece seguir al tebeo allá por donde vaya —algo que, indudablemente, viene derivado de la notoria influencia de la industria yanqui del cómic y de lo poco que lo más visible de lo que allí se produce se sale de ese ámbito—, las dos propuestas que hoy unimos trascienden el mero «hacer pasar un rato», cosa que consiguen sin despeinarse, dicho sea de paso, y es tanto lo que ambas comparten que, insistimos, no podemos hacer suficiente hincapié en lo muy profundo que nos han llegado.

Por si fuera poco, tanto Cheshire como Bianc se las arreglan para que sus tebeos tengan una faceta visual tremendamente agradable que «entra por los ojos» de forma instantánea, ya por lo limitado pero efectivo de su paleta cromática —’El duelo’ con ese azul violáceo que alude a la tristeza asociada normalmente con el color y ‘Mi vida sin rosa’ precisamente con la carga de connotaciones de ese rosa contra el que ha tenido que luchar siempre su autora—; ya por la «simpleza» del estilo de ambas, influenciados cada uno, bien por cierta corriente del humor gráfico español, bien por el mundo del manga; ya porque, en la desnudez de artificios que caracteriza a los dos, reside gran parte de la determinada fortaleza con la que, sin posibilidad de poder interponer barrera alguna, penetran en nuestros corazones y se hacen allí un hueco…mucho más allá del tiempo que dura la lectura.