Lejos están los tiempos en los que en el manga la yakuza era un mero grupo de matones poco habladores de llamativo atavío y tatuaje hasta en el paladar. Aunque siga imponiendo un justificado respeto en las páginas de nuestros cómics, los miembros de la mafia japonesa se dedican a las labores domésticas (‘Yakuza amo de casa‘), se enamoran locamente (‘Jealousy‘) o bien se dedican a pasatiempos más mundanos. Este es el caso de ‘¡Vamos al karaoke!’, aunque en esta ocasión el devoto fan del arte del cante no es el protagonista de nuestra historia, sino su jefe, más que dispuesto a compartir su amor por la orquesta vacía con sus subordinados bajo la amenaza de hacer un doloroso y poco atractivo tatuaje a aquel que sea el peor cantante en su competición anual. Pero Kyoji, que no destaca precisamente por su talento musical, no piensa perder y para ello decide pedir ayuda a Satomi, miembro destacado de la coral del instituto. Una idea tan loca que puede que hasta funcione.
Aunque a alguno se le pueda cruzar ligeramente por la cabeza que esta obra se trata de un nuevo Boys love nada tan lejos de la verdad, y más teniendo en cuenta la edad de sus protagonistas. Esta es la historia de una inesperada amistad, no carente de dudas e incluso algo de terror (y es que la yakuza hasta sonriendo e invitando a fresas y arroz frito siempre impone), entre un adulto y un adolescente. Aunque en comienzo se trata de una relación forzosa ya que Satomi no deja de ser bastante reacio a relacionarse con un individuo de tal calaña el vínculo entre ambos crecerá poco a poco entre alguna bromita más o menos malintencionada y una complicidad creciente a medida Satomi ve como su trayectoria en la coral, en su paso a la edad adulta, revela su fecha de caducidad.
No muy lejos de la anterior obra de su autora, publicada en España, ‘Hoshi en un mundo de chicas‘, que abogaba por un slice of life más mundano, Wayama Yama sigue apostando por un enfoque realista, con conflictos suaves y un particular sentido del humor. Aún con escenas tan vibrantes como aquella en la que Satomi decide colarse en pleno territorio yakuza (las circunstancias y el desenlace dejo que la descubra el lector) ‘¡Vamos al karaoke!’ presenta una historia que sabe mantener el interés del lector gracias a uno personajes carismáticos y antagónicos, aunque en ningún momento nos dé la sensación de llegar al punto álgido, con unos yakuza que a pesar de algún grito y un incómodo regalito en la guantera resultan hasta tiernos y un adolescente melancólico que apenas sí se da cuenta de cómo uno de sus compañeros intenta manipularlo de la manera más velada posible.
Su sobrio y equilibrado dibujo, lejos de algunos recursos expresivos habituales como los superdeformed, la onomatopeyas llamativas o el uso de líneas cinéticas se ajusta con corrección a una trama que se lee con agrado, que hace sonreír un poco y enternece en alguna escena, muy alejado de la intensidad emocional de otros mangas. Algo que se amplia a la historieta corta que cierra el volumen y que nos ayuda a conocer un curioso episodio del pasado de Kyoji.
Manga autoconclusivo ‘¡Vamos al karaoke!’ es un tomo casi anecdótico. Fácilmente disfrutable aunque quizás olvidable en la misma medida. Si bien sus personajes pueden dar mucho juego y en cierto modo lo dan, entre la socarronería yakuza y la timidez adolescente, estamos ante un cómic que fácilmente podría continuar en forma de historias cortas, aunque su desenlace nos deja un final satisfactorio. Una historia sencilla con una premisa simpática, pero que consigue que por un rato cantemos a su mismo son.
¡Vamos al karaoke!
- Autores: Wayama Yama
- Editorial: ECC Ediciones
- Encuadernación: Rústica con sobrecubiertas
- Páginas: 162 páginas
- Precio: 9,95 euros