COMIC SCENE: Las Lecturas de Fancueva
V. Kingdom Come

‘Batman: El hijo de los sueños’, el murciélago en clave nipona

Perdida en el recuerdo queda la primera vez que, hace ahora veinte años, y edición original yanqui mediante, me asomé a lo que Kia Asamiya cuajó para las páginas de ‘Batman: El hijo de los sueños‘. Por aquel entonces, Asamiya era una figura de referencia para el que esto suscribe por el mero hecho de haber sido el artífice de un manga que, sin ser nada del otro mundo —opinión de mi yo de ahora, mi yo de entonces pensaba que era genial por más que hubiera pasado casi una década desde que lo leyera por primera vez—, nunca ha abandonado mi tebeoteca ni aún con la cantidad de cribas a la que la he sometido a lo largo de los últimos seis lustros. Me refiero, como no, a ‘Gunhed‘, título publicado en junio de 1993 en lujosa edición en cartoné con sobrecubiertas por Planeta DeAgostini que fue, como todos los cómics que por aquellos entonces caían en mis manos, leído y releído hasta la saciedad. Curiosamente, el impacto que causó ‘Gunhed’ no sirvió para picar mi curiosidad ni hacia ‘Dark Angel‘ ni hacia ‘Silent Mobius‘ —la obra capital de Asamiya— pero fue más que suficiente reclamo para si hacerme raudo con el acercamiento al hombre murciélago que hacía el artista japonés y que, detalle curioso, traducía al inglés para la edición yanqui de DC un tal Max Allan Collins, autor de ‘Camino a Perdición’.

En términos de historia, ‘El hijo de los sueños’ es una suerte de mezcla entre el guión arquetípico de Batman contra villano y el argumento arquetípico de James Bond contra villano, algo así como lo que, muchos años después, haría Christopher Nolan —pero infinitamente mejor, claro— con el protector de Gotham en instantes sueltos de su trilogía. La trama que hilvana Asamiya introduce en el microcosmos del caballero oscuro una droga de diseño capaz de hacer tus fantasías realidad —a un muy alto precio, claro— y el que, las pesquisas sobre su origen, lleven a Bruce Wayne y su alter ego a Tokyo para averiguar cómo detener la letal amenaza que la sustancia comporta. Por ahí se mezclan cierto interés romántico en forma de potencial responsable —el juego del falso culpable que el mangara introduce se lee a la legua, pero funciona correctamente—, la aparición de los secundarios inevitables del núcleo duro del universo batmaníaco —Catwoman incluida— y, por supuesto, que estamos hablando de un manga, un enfrentamiento final por todo lo alto con un tipo modificado por su consumo de la citada droga que se las hará pasar canutas al héroe enmascarado. No hay alarde de originalidad en nada de lo que hemos apuntado, pero Asamiya se las apaña para darle al conjunto la suficiente compacidad como para que se lea con interés creciente hasta su desenlace.

Huelga decir, pues, que dejando de lado una historia al uso, lo que realmente mola, si es que el manga en general y el estilo de Asamiya en particular resuena con tus filias, es poder leer un tebeo venido del país del sol naciente con Batman por protagonista y, más aún, ver como las herramientas narrativas típicas de la forma de contar historias en clave manga se utilizan, pasadas por el reconocible filtro del autor, en unas páginas que cuando tienen que ser explosivas y vibrantes, lo son como las que más. Quizás en el equilibrio entre desarrollo de trama y secuencias de acción, éstas salgan algo deslucidas por cuanto la balanza del conjunto se inclina más hacia lo primero, pero eso no quita para que, al toparnos de bruces con algunos algunos de los muchos instantes de adrenalina en viñetas, ese chaval que vibró con los robots gigantes de ‘Gunhed’ vuelva a hacerlo, aunque sólo sea un poquito, con lo que aquí se nos propone. Que sí, que no es la historia de Batman definitiva, pero creemos que es una espléndida adición a una tebeoteca variada que se precie de tener lo mejor que se haya publicado en cualquier rincón del planeta sobre la creación de Bob Kane.

Batman: El hijo de los sueños

  • Autores: Kia Asamiya
  • Editorial: ECC Ediciones
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 352 páginas
  • Precio: 40 euros

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