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Exposición Coll: El gigante del TBO, ese gran desconocido

Creo que para muchos que van de la trintena a los cincuenta raspados su primer recuerdo del mundo de la viñeta tras ese bautismo de fuego estándar que es Mortadelo fue algún superhéroe como Spiderman o incluso aquellos cómics protagonizados por personajes Disney que durante años tomaron nuestros kioscos. En mi caso uno de los primeros es la última etapa del TBO, una revista mítica que fue apareciendo en diversos momentos del siglo XX desde su nacimiento en 1917 y que pudimos disfrutar por última vez ya rozando los años 90 hasta fin de siglo. Ahí pude descubrir entre clásicos que en su mayoría ya no estaban en el mundo de los vivos a autores como Benejam o Urda (y entre los foráneos Goscinny, que confieso no conocí por Astérix sino por ‘Informe comical‘, creativa traducción de ‘Les dingodossiers’), y sobre todo a Coll: autor de estilo inconfundible que alguno ha encontrado afín, sin proponérselo, a la francesa línea clara, el humor de Coll es puro slapstick, tan sorprendente como divertido y de un mecanismo de la precisión de un reloj suizo.

Casi cuatro décadas después de su desaparición, con apenas 60 años, y habiendo tenido que dedicar gran parte de su vida a trabajos no artísticos por dificultades económicas, Coll regresa para nostálgicos de la historieta española y nuevos aficionados en forma de una exposición que puede disfrutarse en el Centro Cultural Paco Rabal de Madrid (C/ Felipe de Diego 13) hasta el 16 de julio. En ella junto a reproducciones de algunas de sus obras a gran tamaño podemos encontrar un buen puñado de originales e incluso algún personaje en 3D con el remate de las 240 portadas del TBO que dibujó, entre las que sorprende encontrar la de un especial dedicado a su figura (aunque también van incluidas las de esta última época que, con el artista ya fallecido se recurrió a material de archivo).

Futbolistas, policías, conductores y por supuesto náufragos toman las viñetas de Coll con una expresividad más corporal que facial y un humor que no necesita ni palabras para hacernos reír con su comicidad atemporal para todas las edades. Coll es un artista que por desgracia no alcanzó en vida el éxito que le habría permitido vivir solo de su arte y nos dejó demasiado pronto. Un artista a reivindicar para cuyo descubrimiento esta exposición es una auténtica oportunidad. Un dibujante único, un mago del humor.

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