La relación entre la gastronomía y las artes proviene ya desde que el ser humano empezase a ser denominado como tal, desde el cavernícola que pintara bóvidos en las paredes de las cuevas a la célebre lata de sopa de Warhol, pasando por la elegancia del bodegón barroco, la picassiana copa de absenta, los comedores de patata de Van Gogh y un largo etcétera.
Pero no es preciso dirigirse a los terrenos más elevados, a las piezas clave de los museos o a las arquitecturas efímeras que acompañaban a los grandes fastos de la monarquía francesa. El cómic lo sabe bien, con todos esos cómic gastronómicos capaces de arrastrarlos con las bondades de un mero cuenco de arroz. Pero la comida no tiene por qué ser un tema. En el caso de Guindazine la fusión viene por otro lado, llevando una buena muestra del panorama del fanzine patrio a uno de los mercados más céntricos de Madrid en una particular convivencia, esa Guindalera que da nombre a una propuesta que ha crecido notablemente desde el año pasado.
Así entre puestos de manjares de otros paises, buena cerveza y algun vermut de mediodia los dias 28 y 29 de septiembre los fanzines han tomado la calle y cambiado a al gastrónomo por el lector. Con Ana Bustelo, autora de ‘Cuaderno de extraescolares‘, y Riki Blanco, con su ‘Libro de reclamaciones‘, recopilatorio de sus mejores viñetas en El País, como invitados y que estuvieron firmando ejemplares de sus obras, Guindazine ha ofrecido prácticamente de todo. Si bien no faltaron obras con algún toque alimenticio como ‘Frutas y personas‘, cada expositor ofrecía una propuesta más heterogénea.
Desde el humor negro con algún toque gótico siniestro como ‘Baby brutal‘ a los superhéroes de ‘Super fighters‘ o ‘Tiger fist‘ y sin renunciar al fan art, los fanzines siguen sabiendo moverse entre la poesía y la iconoclasia sin hacer ascos al juego de palabras o el surrealismo más duro. Y no sólo en su habitual formato de papel grapado o cosido con mimo sino optando por otros campos como el libro de colorear para adultos de ‘Things to do when you are unemployed‘ o los calendarios de Lux Meteora, coqueteando con la edición de lujo en tapa dura o inundándonos con las más variopintas pegatinas que, gratis o de pago, campeaban alegremente por la práctica totalidad de las mesas.
Guindazine ha conseguido con naturalidad adquirir un status de fiesta. Los que han podido pasear por los pasillos del mercado que lo ha albergado se han dejado arrastrar por el texto, el color y la línea pero también por la música que ha acompañado en mas de un momento al evento. Un ambiente distendido que no ha renunciado hasta hacer su propia rifa, como las ferias de toda la vida, aunque en este caso de ejemplares, y en el que apetece perderse entre esas atracciones que son las obras de unos creadores que juegan con sus propios sentimientos, el humor o la crítica sin esperar a que alguien se fije en ellos, sino avanzando con su propia fuerza y riesgo.
En un mundo absorbido por la red en el que parece el fanzine ha perdido su razón de ser cuando cualquiera puede publicar gratuita y rápidamente cualquier material que desee y en el que en salones y convenciones las artist alley parecen haber cubierto el nicho ecológico que ocupaban nuestros queridos cuadernillos, propuestas como Guindazine demuestran que creadores y lectores siguen más que abiertos a disfrutar de ellos. Un evento que sin prisa crece y merece seguir creciendo: Guindazine está ya llamado a convertirse ya en uno de los clásicos del otoño en la capital.