'El lado salvaje': estupenda puesta en escena para un guión que peca de tópicos

‘El lado salvaje’ comenzó siendo una obra serializada en el blog de su autor, Rafa Fonteriz, y recientemente ha dado el salto al papel de la mano de Diábolo Ediciones, en un formato apaisado que le viene como anillo al dedo y que hace justicia a la calidad gráfica del cómic. De hecho, es esta pericia gráfica y narrativa de Fonteriz lo que verdaderamente vale la pena en este cómic.

La obra nos cuenta la historia del psiquiatra Fernando Giménez y la de Isabel, hija de unos amigos del otro personaje que es acusada de asesinar cruelmente a sus padres. A medida que Fernando indague en el pasado de la joven, y que la policía meta también sus narices, descubriremos el lado más oscuro de la protagonista, los ritos en los que ha participado y, en conjunto, un mundo de crueldad y sadismo a la sombra del nuestro capaz de poner los pelos de punta al lector.

O tal vez no tanto, y no será porque Fonteriz se ande con tapujos y cortapisas a la hora de plasmarlo. Las escenas que componen esta obra se corresponden totalmente con ese lado salvaje del que nos habla el título. El problema es que tras un inicio prometedor, con buenas dosis de intriga y unos personajes que despiertan nuestra curiosidad, la trama empieza a caer en los tópicos del género vampírico y el interés decae notablemente.

A pesar de todo, y aunque el guión no termine de estar a la altura, el apartado gráfico es sencillamente soberbio. De primeras, Fonteriz es un magnífico dibujante para el que la anatomía, la composición de los planos y el uso del color no tienen secretos. Todos estos recursos están al servicio de la historia, como el uso de diferentes tonos de color para marcar los saltos en el tiempo narrativo o las escenas oníricas.

Otro punto a su favor es que el ritmo es rápido, incesante, por lo que la lectura no llega a aburrir en ningún momento. El problema es que tampoco termina de enganchar, no sorprende y, sobre todo, desaprovecha la oportunidad de ir más allá de las típicas historias de vampiros y apenas sondea la superficie de los personajes implicados.

Esperaba mucho más de este cómic, pero como es una joya visual la verdad es que tampoco puedo darle una mala puntuación. Lo cierto es que nos deja un poco fríos cuando llegamos a la última página, pero no es de extrañar que de vez en cuando volvamos a sacarlo de la estantería para hojear el estupendo trabajo gráfico de Fonteriz.