Cuando escribo estas líneas no han transcurrido sino escasos minutos después de haber terminado de leer las muy apasionantes, muy asombrosas y muy mayéstaticas páginas que componen la que, sin duda, es la primera lectura del año de la que volveremos a hablar cuando este 2022 toque a su fin dentro de….un porrón de días. Este apunte, que ya sabéis que suelo hacer de manera recurrente a lo largo de cada periodo de doce meses, es la forma más directa de afirmar, antes de entrar en las mil y una reflexiones que podréis encontrar abajo, que estamos ante un título imprescindible, una propuesta que se eleva muy por encima de la media, que sublima el medio y lo eleva a otra categoría —demostrando a las mentalidades cerradas que esto es ARTE tanto como cualquier otra disciplina— y que está llamada a perdurar en la memoria del lector por razones que, en ocasiones, se asientan en una grandeza sin par.
‘El accidente de caza‘, además, consigue todo esto partiendo, a nivel visual, de una propuesta que, a priori, cuando uno hojea el volumen antes de hincarle el diente en firme, no resulta muy «agradable» a la mirada: ante nuestros ojos se suceden páginas cargadas de negro que, salpicadas con un trazo simple y feista, nos predispone, y mucho, a que sea esta una de tantas lecturas de las que damos cuenta y, tan pronto hemos terminado, pasan a caer en el olvido instantáneo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, tan fascinante es lo que Landis Blair pone en juego, que a las pocas páginas de haber comenzado la lectura —y en íntima comunión con lo que David Carlson apunta en el guión, del que ahora hablaremos— no nos queda otra que caer rendidos ante la evidencia de que lo que tenemos delante, se escapa raudo a cualquier prejuicio o valoración hecha a vuelapluma.
Intrincadas hasta extremos absurdos, las páginas de Blair se trabajan desde la compulsión y el horror vacui, dos cualidades que uno no asociaría a un tebeo que se colocara, como hace este, en una posición tan alta. Pero, contra todo pronóstico, ‘El accidente de caza’, plagado en su discurso de oscuras tonalidades, se hace grande en su uso del negro. Un color que, logrado a base de entrecruzar infinitos trazos de tinta, es llevado al paroxismo en ciertos instantes en que la página, completamente negra, se consigue a base de paciencia y no de una mancha sólida dispuesta gracias a la ayuda de cualquier programa informático, ayudando sobremanera a hacernos con la psique de Matt Rizzo, el invidente protagonista, y trasladándonos de algún modo lo opresivo del mundo de la ceguera. Eso sí, no quisiéramos que os quedarais sólo con la idea de que hay mucho negro y de que el dibujo es «feo», porque no es sólo eso lo que Blair nos ofrece.
De hecho, a lo largo de las más de 460 páginas de que consta el volumen, hay oportunidades para que el artista despliegue su talento, ya en unas perspectivas alucinantes trabajadas bajo los mismos criterios de llenar hasta el último hueco de blanco, mostrando los interiores abovedados de la prisión en la que transcurre una buena parte del relato o, en un momento dado, de otro edificio público en una metáfora por contraste que funciona de una manera tremendamente contundente; ya en los instantes en los que la narración incide a fondo en ‘La divina comedia’ y en la relevancia que esta tuvo en la vida tras los barrotes de Rizzo, aproximándose el dibujante a la obra de Dante en modos que, si de algo hablan, es de su extraordinaria versatilidad ante el papel.
Como decíamos antes, el preciso e íntimo diálogo que se plantea entre dibujo y guión que, insistimos, justifica hasta la última decisión que se toma en el primer término, es de un calado superlativo: Carlson hilvana la vida de Matt Rizzo y, en parte, de su hijo Charlie, con una construcción no lineal que va discurriendo hacia delante y hacia atrás para aproximarnos, no ya a las tribulaciones de un (preso) invidente, sino a una porción de la parte de historia temprana del s.XX en Estados Unidos que se escribió con sangre. Y la elección de su personaje central no es casual, ya que Rizzo compartiría celda en prisión con Nathan Leopold, uno de los dos autores del asesinato que en 1924 sacudiría a Estados Unidos y sería calificado como «el crimen del siglo»: Leopold y su amigo Loeb, alumnos de una inteligencia extrema, asesinaron a un compañero para intentar perpetrar el «crimen perfecto» —un hecho que, por ejemplo, serviría a Hitchock para levantar ‘La soga‘.
La presencia de un Leopold que Carlson humaniza de manera considerable alejando su imagen del monstruo que ideó y llevó a cabo tan horrendo crimen, no se queda en un protagonismo secundario y plano que sirva de apoyo a la evolución de Rizzo, sino que, más allá de su fundamental intercesión en la vida del protagonista, se nos muestra de manera paralela el discurrir existencial del asesino condenado a cadena perpetua. Aderezado este núcleo de la narración con otros muchos parámetros que no hacen sino abundar en lo maravilloso de la lectura —el libro que escribe Rizzo, del que se van incluyendo extractos, los paralelismos con Dante y su viaje a los infiernos o aquellos que se establecen entre protagonista e hijo…—, no hace falta abundar en muchos más detalles para que el mensaje del inicio de este texto quede reforzado: ‘El accidente de caza’ es una obra magnífica y, por cierto, pertenece a ese raro grupo de tebeos que, tan rápido lo has terminado, tienes unas ganas locas de volver a leer. ¿Necesitáis más razones para haceros con él?
El accidente de caza
- Autores: David Carlson y Landis Blair
- Editorial: Planeta Cómic
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 464 páginas
- Precio: 35 euros