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V. Kingdom Come

‘Chew’ & ‘Chu’: tercer plato y postre

Creo que, de una forma u otra, es algo que ya hemos afirmado en las dos reseñas anteriores que dedicamos, respectivamente, a los dos primeros integrales de ‘Chew‘ pero, por si acaso, a riesgo de resultar reiterativos, vayamos otra vez y afirmemos que esta serie de 60 números firmada por John Layman y Rob Guillory es una de las más —cuando no la MÁS— originales propuestas que nos haya llegado del otro lado del Atlántico, no ya bajo el sello de Image, que también, sino de cualquiera de los muchos que conforman el panorama yanqui del noveno arte. Una originalidad que pasa por tomarse a cachondeo todo lo que va transcurriendo en las aventuras de Tony Chu y compañía y que, en las páginas de este último volumen con el que Planeta Cómic cierra la espectacular edición que ha hecho de la cabecera al completo, aumenta el dial de lo desopilante hasta niveles que resultan, y me vais a perdonar el epíteto, descojonantes hasta decir basta: muestras de ello hay a patadas a lo largo de las más de 600 páginas que conforman el integral, pero creo que los dos mejores ejemplos de cómo Layman conecta con el absurdo, importándole un pimiento, aparentemente, cualquier otra disquisición son, primero las dobles splash pages en la que vemos como ¡Poyo! se enfrenta a enemigos salidos de una imaginación muy salvaje —lo del caracol con cabeza de cabra, el Scargoat (juego intraducible de palabras que mezcla el francés scargot, caracol, con el goat, cabra, inglés; sólo es la punta de un iceberg descacharrante— y, después, el auténtico desmadre que es la multiplicación por 10 de los poderes asociados a la comida que entran aquí en juego poniendo al límite las habilidades de Chu y su cibopatía.

Podría parecer, como indicábamos en el párrafo anterior, que todo ese derroche de humor absurdo, que tan bien ha quedado siempre reforzado a nivel gráfico por el sumo desenfado de Guillory y ese trazo suyo tan decididamente caricaturesco, exagerado y alocado, sólo tiene un objeto: el de hacernos reír cuanto más mejor sin importar nada más. Y aunque mucho de eso hay en ‘Chew’, y es incuestionable que es este un cómic llamado al entretenimiento por encima de cualquier otra cosa, queda ahí de fondo la intención de Layman de construir una suerte de drama de tintes shakesperianos con traiciones imperdonables, decisiones imposibles de tomar y un tramo final que, en perfecta resonancia con postulados salidos del más cruento George R.R. Martin, nos obligan a optar por la misma vía que hiciéramos con ‘Juego de tronos‘: no encariñarnos de nadie porque, cuidado, ‘Chew’ se las gasta como él sólo para apuñalar nuestros sentimientos a poco que nos despistemos. No en vano, el tiempo invertido en la lectura de la serie, por mucho que el humor sea la tónica reinante en la misma, o quizás gracias a él, provoca que cojamos mucho cariño a Tony, Amelia, John e incluso a bastardos como Savoy o el irritante jefe de Tony en la FDA, Mike Applebee.

Todos ellos se ven abocados en este tramo final de la serie a lo que Layman ha ido construyendo, a fuego lento, desde que esas letras gigantescas en llamas envolvieran a nuestro planeta en el primer tercio de la cabecera. Pero antes de eso, antes de ocuparse de lo más relevante de la serie y tomar, como decimos, giros que jamás podríamos esperar, el guionista cierra, de manera contundente y feroz, todo lo relativo al Coleccionista, ese «vampiro» que ha ido haciéndose con más y más poderes de gente con habilidades relacionadas con la comida y que amenaza con la seguridad de toda la especie humana. Resuelto, como decimos, de forma salvaje —y cachondísima, claro—, y entremetiendo antes de llegar al grand finale un especial dedicado a ¡Poyo! y el poco interesante cruce con ‘Revival‘, ‘Chew’ afronta su tramo final dispuesto a conseguir que, al cierre de la colección, nos quede un retrogusto algo peculiar debido a las decisiones por las que opta el guionista de cara a cerrar cinco años de historia. A nosotros nos convence de pleno porque, joder, no es fácil transitar por los derroteros que utiliza Layman y salir tan airoso del empeño, pero eso no quita para que seamos plenamente conscientes de lo mucho que podrá cabrear a los que se lo han pasado bomba con la cabecera el que se vire de manera tan tremebunda hacia lugares que nada tienen que ver con el descacharrante humor que es, sin duda, la piedra angular de ‘Chew’.

Sea como fuere, ya sabemos qué pasa con los finales de las lecturas o series de largo recorrido: que nunca dejan satisfecho al 100% de su audiencia. Ahí están los ejemplos que siempre se ponen al respecto —’Perdidos‘ y ‘Juego de tronos’— para demostrar que jamás llueve a gusto de todos y que la gente se toma las cosas a nivel demasiado personal cuando sus gustos están en juego. Nosotros, que tenemos un talante algo más abierto, os podemos asegurar que los 60 números de ‘Chew’ valen la pena de principio a fin y que, puestos a tratar de imaginar otra conclusión diferente a la que finalmente podemos leer en el tercer integral, ninguna de las que acuden a nuestro pensamiento son, ni de lejos, tan arriesgadas ni satisfactorias como la «oficial»: Layman cierra una serie con contundencia y personalidad, haciendo que esa originalidad que, decíamos al comienzo, siempre caracterizó a su creación, se mantenga, incólume, hasta el final.

De hecho, ‘Chew’ nos deja las expectativas tan altas que, tan pronto concluimos la lectura del tercer integral, agarramos esa continuación llamada ‘Chu‘ que nadie esperaba y que se centra en una de las hermanas de Tony —por supuesto, con habilidades relacionadas con la comida, en este caso el poder leer la mente y aprender las habilidades de aquél o aquellos con los que este comiendo siempre y cuando lo que ingiera sea exactamente lo mismo— con ganas de encontrarnos, y nos daba igual, más de lo mismo. Lamentablemente, no es así, y los diez números que Planeta recoge en el complemento a la serie original, no dan para mucho más que mero entretenimiento de limitado encanto. Y no lo decimos ya por el dibujo de Dan Boultwood, que es simpático y agradable —tirando más hacia el cartoon que Guillory— pero carece de la fuerza de su predecesor a los lápices; sino porque Layman parece no estar muy implicado en los dos arcos argumentales que constituyen la historia de Saffron, un personaje que, construido en contraposición a Tony Chu, es una criminal que empieza dando pasos titubeantes en el mundillo de la delincuencia para, dando saltos de gigante de un número a otro, terminar siendo toda una mente maestra.

¿Que qué nos falta en ‘Chu’ que encontráramos en ‘Chew’? Por lo pronto ese humor a todo trapo que destilaban de manera tan asombrosa la unión de Layman y Guillory. Insistimos, el dibujo de Boultwood no es malo, ni muchísimo menos, pero carece de la suma expresividad con que sí contaba la cabecera original y no marida de manera tan precisa con los guiones de un escritor que trata aquí de separarse tanto de su personalidad anterior, que termina por ofrecernos algo que, sin ser mediocre, sí que es muy acomodaticio. Hay muchos detalles para sustentar dicha afirmación, pero el que más nos molesta de todos es que no haya en ‘Chu’ tiempo para las hilarantes descripciones de los poderes de la gente que se va cruzando en el camino de Saffron. Dicho de otra manera: no encontraréis aquí la típica página de ‘Chew’ en la que se da cuenta de la «ficha personal» del personaje de turno, optando el guionista por que sean los diálogos y situaciones que se nos presentan lo que nos haga descubrir qué diantres es el poder que sea que se saca de la manga. Unido a esto está, además, el que el segundo arco argumental del volumen tire de una somera iteración sobre algo ya aparecido en ‘Chew’, dando la impresión de que fue la insistencia de los fans o la editorial el que Layman decidiera apostar por una continuación que nos deja muy indiferentes.

Chew Integral vol.3

  • Autores: John Layman y Rob Guillory
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 640 páginas
  • Precio: 50 euros

Chu integral

  • Autores: John Layman y Dan Boultwood
  • Editorial: Planeta Cómic
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 256 páginas
  • Precio: 30 euros
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