'Enigma', escaparate de Vertigo

Publicada por primera vez allá por 1993, cuando servidor no llevaba ni un año metido de lleno en esto de los cómics y, por supuesto, desconocía que se podía acceder a material de allende el Atlántico en su idioma original porque, por aquél entonces, todavía no había pisado una tienda especializada, ‘Enigma‘ ha sido uno de esos títulos que, con el paso de los años, siempre ha estado ahí, pendiendo cual espada de Damocles en mis deberes pendientes. Pero los hados han querido, una y otra vez que, cuando he ido a acercarme a ella para por fin descubrir qué era lo que tanto lector admiraba del «vetusto» trabajo de Peter Milligan y Duncan Fegredo, siempre ha concurrido alguna circunstancia que ha impedido que terminara leyéndola. Resuelto a poner fin a dicho contratiempo perpetuo cuando el pasado año apareció en tierras yanquis el recopilatorio en tapa dura que publica Planeta Cómic en castellano, no ha sido hasta que la editorial española lo ha puesto en circulación que, por fin, tras casi treinta años de jugar al gato y al ratón, he tenido la oportunidad de sentarme con tranquilidad para degustar lo que, a priori, creía iba a ser un manjar de exquisito. Enfásis en «a priori».

‘Enigma’ es, como reza el titular, epítome del tipo de cómic que Karen Berger apoyó, como editora de Vertigo, durante los casi treinta años en el que sello adulto de DC se mantuvo en pie legando alguno de los mejores tebeos que la editorial ha puesto en pie a lo largo de su dilatada trayectoria. Sin necesidad de tener que apuntar a cuáles son esas fundamentales aportaciones al noveno arte, estaba más que convencido que, por mucho que no fuera citada entre los must-have de Vertigo, ‘Enigma’ era la típica joya que no muchos saben valorar pero que esconde, entre sus páginas, auténticas delicias para los sentidos. Y no dudo que así sea, pero los sentidos del que esto suscribe no se han visto muy mimados por un tebeo que, muy pegado a la estela de ‘Sandman’, no logra levantar vuelo para así poder apartarse de la alargada sombra que proyecta la obra maestra de Neil Gaiman, y toda la vertiente de ensoñación bajo la que Milligan caracteriza buena parte de la narración empaña, en cierto modo, una lectura que, de la misma manera que la de su compatriota, juega con muchas realidades y con claras connotaciones meta.

Pero no sólo es el trabajo del guionista el que busca, de alguna manera, las similitudes para con las andanzas de Morfeo y los Eternos, y en el convulso trazo y la ecléctica configuración de página de un Duncan Fegredo que nada tiene que ver con lo que podéis ver de él si os aproximáis a sus incursiones en la cosmología de ‘Hellboy‘ o leéis la magnífica ‘MPH‘ de Mark Millar, cabe encontrar también esa nada velada voluntad de ‘Enigma’ de acercar postulados hacia una ‘Sandman’ que en el momento de publicación original de esta miniserie ya era alabada a diestro y siniestro como uno de los puntales más significativos de la historia de la narrativa secuencial. Eso sí, no me malinterpretéis ni en uno ni en otro sentido: que el presente cómic resuene tanto en ciertos tropos no es óbice, ni para que Milligan se las apañe a la hora de sorprendernos aquí y allá con ideas geniales —ya la premisa de partida y lo que se extrae de ella en ciertos momentos da para mucho—, ni para que Fegredo, por más que diste leguas del artista que llegará a ser, se deje la piel en dar rienda suelta en cada plancha a las muy excéntricas ideas que pone en marcha su compañero de viaje. Todo queda pues en manos de que el lector que a ella se acerque lo haga, bien bajo el completo desconocimiento de ‘Sandman’, y encuentre en la apuesta de ‘Enigma’ algo que le «vuele la cabeza», bien parapetado bajo el abrigo de la longeva serie de Vertigo, en cuyo caso, creemos, valorará como aquí hemos hecho este sugerente proyecto.