Si no lo he formulado tal cual, creo haber dicho en alguna ocasión que: «leído un tebeo de Jodorowsky de sci-fi, leídos todos». Matizable todo lo que se quiera matizar y aplicable con mayor o menor intensidad a uno u otro punto de la extensa tebeografía del chileno cada vez que ésta ha recalado en la ciencia-ficción —harina de otro costal son maravillas fuera del género como ‘Bouncer‘ o ‘Los Borgia‘—; lo cierto es que, sea cuál sea el punto de entrada a la forma de ver el género que tiene el artista, da igual que metamos la cabeza por ‘El Incal‘, ‘Los Metabarones‘, ‘Megaplex‘ o ‘Los Tecnopadres‘, llega un momento en la lectura de cualquiera de ellos en el que, si ya hemos dado buena cuenta de algún otro, todo comienza a parecernos tremendamente familiar. Una sensación de la que, obviamente, esta majestuosísima edición que Norma nos ha regalado de ‘Cara de Luna‘ no es capaz de desprenderse y que se deja acompañar de manera ostensible en hacerse fuerte sobre otra de las características más comunes a la hora de hablar del psico-mago: su inaccesibilidad.
No entrando quizás en ese saco a uno de sus dos mejores creaciones de ciencia-ficción —me refiero, cómo no, a ‘Los Metabarones’—, creo que cualquiera que alguna vez se haya aproximado a los otros títulos que he nombrado arriba colegirá conmigo en que, por momentos, más o menos limitados, más o menos extensos, leer un tebeo escrito por Jodorowsky es lo más cercano que los no consumidores estaremos nunca de sentirnos enajenados por la ingesta de sustancias psicotrópicas: dejando de lado esa jerga fértil, juguetona e indudablemente ingeniosa de la que tanto ha llegado a abusar con el paso del tiempo —algunos lo llamarían cualidad, no me cabe duda, pero si se insiste tanto y de forma tan dispar en ella, me inclino a utilizar más el término «abuso»—, las fuertes obsesiones del polifacético artista no hacen más que aflorar una y otra vez en ideas que, adornadas aquí y allá con elementos foráneos, terminan maquillando en mayor o menor medida la ¿consciente? incapacidad del autor por tratar de abordar sus fijaciones bajo ópticas distintas. Esos añadidos se traducen en ‘Cara de Luna’ en la mesiánica figura del personaje que da nombre al álbum —aunque, quitándole ciertas florituras estemos viendo, en cierto modo, al John Difool de ‘El Incal’ o al Metabarón de ‘Los Metabarones’— y, puntualmente, en la muy original premisa de una ciudad asediada constantemente por la ominosa amenaza de un tsunami que la asola sin miramientos.
Gobernado el macro-complejo por una casta de políticos contra los que Jodorowsky siempre ha sentido tremenda antipatía —bien que se ha encargado de ridiculizarlos hasta el hastío en cualquiera de sus obras—, hay demasiado en ‘Cara de Luna’ que, al menos para el que esto suscribe, se escapa al normal entendimiento y entra en terrenos que, o bien son completamente ajenos a mi acerbo cultural, o bien están pensados bajo tal carga de oscurantismo, que se me antoja bien imposible que nadie que no esté muy, pero que muy, cerca de la esfera de conocimientos del escritor sea capaz de dilucidar. Sí, como suele pasar en sus obras más oclusivas, uno va captando el tono general de lo que se quiere transmitir y, en última instancia, puede incluso arrojar ciertas conclusiones sobre dicha generalidad pero, como tal, ésta se deja detalles por el camino de esos que enriquecerían sobremanera tan bello tebeo. Porque, no lo he dicho, pero lo que aquí enhebra François Boucq es de una belleza que sobrecoge página tras página.
Personalmente, acompañado o no de Jodorowsky, me quedo con ‘Bouncer’ como el mejor exponente de lo que el artista francés ha llegado a desarrollar a lo largo de su muy ilustre carrera; pero eso no quita, ni mucho menos, para que valore en su enorme medida lo que lleva a cabo en unas planchas fastuosas, cargadas de detalles imposibles, de personajes que, moviéndose en la final línea que separa realismo de caricatura, conforman una galería de inolvidables bizarrías —en la acepción inglesa del término, claro, que os recuerdo que bizarro en español es sinónimo de valiente— que empiezan en ese remedo de emoticono que es el protagonista y terminan en la muy inabarcable e insaciable XXXX, pasando por el camino por todo un rosario de parada de monstruos que apoyan, y superan, cuantas locas ideas salen de la pluma de su compañero de fatigas. La maestría de Boucq aquí es de tal envergadura, que aunque sólo sea por él, os recomiendo fervientemente que os hagáis con una copia de este integral. Es probable que no os enteréis de mucho mientras lo leéis, y que, de hecho, esa sea el argumento que os decante a no adquirirlo, más os puedo asegurar que, de no hacerlo, estáis perdiendo la oportunidad de asistir a uno de los despliegues más maravillosos que ha cabido entre las dos tapas de un álbum europeo en este año —bueno, y en los muchos años que han transcurrido desde que ‘Cara de Luna’ viera la luz por primera vez.
Cara de Luna
- Autores: Alejandro Jodorowsky y François Boucq
- Editorial: Norma
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 312 páginas
- Precio: 45 euros