Llevo años debatiéndome con la continuidad. No sé si a vosotros os pasará lo mismo, pero después de tres décadas de lectura ininterrumpida de tantas y tantas series yanquis que sería incapaz de poner en pie un número aproximado, he llegado a un instante de mi trayectoria comiquera en el que he decidido romper con toda atadura mensual y, después de mucho reflexionar al respecto, abandonar (casi) todas las cabeceras que me han acompañado a lo largo de tantos y tantos días de buenos ratos que, por supuesto, siempre quedarán en mi memoria. Los motivos, múltiples si así quisiera, terminan pasando en mayor o menor medida por el agotamiento personal y, más aún, por lo muy insatisfactorio de asistir, de manera cíclica, a los mismos movimientos editoriales, las mismas maniobras de eventos-que-van-a-cambiarlo-todo-pero-no-cambian-nada y el siempre impertérrito estatus quo al que todas las colecciones de DC y Marvel se someten sin ánimo alguno de repensarlo. Y si en el caso de La Casa de las Ideas el abandono de la continuidad va a suponer el completo alejamiento de la editorial —bueno, casi, seguiré con ‘Daredevil‘ hasta que Chip Zdarsky deje la cabecera y entonces, a saber qué pasará con mi amigo el cuernecitos—, no así en lo que respecta a una Distinguida Competencia que siempre ha sabido cultivar otros huertos al margen, abonando terrenos como los de Vertigo o el actual Black Label, fuente constante de alegrías tebeísticas que nos permite seguir disfrutando de los personajes de su universo sin necesidad de atender a lo que diantres sea que se cuece en la dichosa continuidad.
Aunque no pertenezca a dicho sello —un sello que, dicho sea de paso, acumula muchos más aciertos plenos que errores en lo que lleva de recorrido—, los ocho tebeos que terminarán formando parte de este curioso proyecto que es ‘Batman. Un mal día‘, podrían perfectamente encajar en la idiosincrasia de lo que hasta ahora hemos visto en esa suerte de reinvención de Vertigo que es el Black Label: historias fuera de continuidad que, autoconclusivas, nos ofrecen nuevas y más adultas lecturas sobre los personajes de siempre. De hecho, en los siete títulos que hasta ahora hemos podido leer de ‘Un mal día’ —en Estados Unidos ya han aparecido, al margen de este del Acertijo, los relativos a Frío, Bane, Catwoman, Dos Caras, el Pingüino y Clayface—, se da una circunstancia bastante curiosa que dimana de esa aparente voluntad del proyecto de servir de émulo a la mítica ‘La Broma Asesina‘ en cuanto a relato definitorio de un antagonista clave en la mitología del hombre murciélago —tanto es así que, en el estuche que DC lanzará en Estados Unidos con los ocho cómics en edición cartoné, se incluirá la obra de Alan Moore y Brian Bolland—. Y esa circunstancia no es otra que, completamente ajenos unos a otros en cuanto a emplazamiento en la línea temporal, todos coinciden en servir de historia autocontenida que, al tiempo, respeta ciertos elementos de la mitología básica del protector de Gotham.
Ejemplo claro de ello lo tenemos en lo que Tom King hilvana con esta primera entrega centrada en Edward Nigma, un relato que, en sus aspiraciones, es el que más se asemeja de todos los publicados a la magna disección del Joker que Moore y Bolland hacían en ‘La broma asesina’ y que, en dos tiempos, presente y pasado, se acerca a un Acertijo que nada tiene que ver con el colorido miembro de la galería de villanos de Batman que siempre termina con sus planes chafados por el caballero oscuro. En su lugar, King construye, casi desde cero, a un personaje fascinante de inteligencia asombrosa con un «plan» que nos recuerda, en parte, a ese «caos por el caos» del Joker de ‘El caballero oscuro‘ de Christopher Nolan: el Edward Nigma del guionista es un ser exento de moral —impresionante, ya el comienzo del tebeo, ya dos instantes de una brutalidad descarnada que tienen Arkham como escenario de fondo— que, en parte, se justifica por un período de su adolescencia que, en su forma, y en ciertas decisiones artísticas de Mitch Gerads, se nos antoja como una versión muy retorcida de ‘El club de los poetas muertos‘.
La alternancia entre los dos tiempos, lo mucho que nos fascina la cocción en olla a presión de un pasado que, sabemos, terminará estallando y el ritmo de la lectura, estructurado de manera magistral en páginas que, de nuevo, recuerdan por su configuración a las de ‘La broma asesina’, son valores que, a caballo entre King y Gerads, hacen de este primer especial de la cabecera una lectura superlativa; un calificativo éste que en un muy alto porcentaje cabe asignar a lo que el dibujante, curtido ya en batallas tan soberbias junto a King como ‘El sheriff de Babilonia‘ o ‘Mister Milagro‘, lleva a cabo en unas planchas deslumbrantes. Bien es cierto, y es algo que hemos dicho en no pocas ocasiones con respecto a nombres como Salvador Larroca o Mike Deodato Jr., que las referencias fotográficas a la hora de dar vida a personajes es un recurso que no funciona…o no funcionaba hasta ahora, cabría precisar, porque el uso que hace de ellas Gerads es, como poco, fantástico: limitándolo a tres personajes y a una de las dos líneas temporales de la narración —la del pasado—, por la vida pretérita de Edward Nigma se pasean Ethan Hawke, Kurtwood Smith y Kevin Pollack. ¿Qué quienes son dichos rostros? Los dos primeros, que sirven para encarnar a Nigma y a su progenitor, se extraen de la citada cinta de Peter Weir, en la que encarnaban al tímido alumno del profesor Keating y al estricto padre de otro de los jóvenes que se dejaban impresionar por el maestro interpretado por Robin Williams. El tercero, un profesor de la academia donde el joven Nigma estudia, era el compañero abogado de Tom Cruise en ‘Algunos hombres buenos‘.
¿Que por qué no molestan estas referencias cuando hemos dicho por activa y por pasiva de nuestro rechazo a tal práctica? Porque Gerads las utiliza de manera muy sutil, haciéndolas suyas desde el primer momento bajo un estilo que, de no conocer a los tres actores, no invita a pensar que éstos hayan servido de inadvertido modelo para la terna de personajes. Esa sutileza es sólo una baza de unas páginas de un conjunto superlativo, que sabe cómo trabajar el ritmo narrativo para ralentizarlo o acelerarlo a placer, que se hace grande en la configuración de los personajes y en cómo se abordan los instantes más impactantes del relato —estoy pensando otra vez en cierta secuencia en Arkham— y que, sobre todo, entiende a la perfección las necesidades del guión y cuál es la manera más precisa de trasladarla a unas planchas que demuestran, sin asomo de duda, que Tom King sabe siempre rodearse de nombres que elevan a la máxima potencia lo singular y muy reconocible de su forma de contar historias. Y, sino, que se lo digan, ya a Mitch Gerads, ya a Evan «Doc» Shaner —en breve hablaremos de la superlativa ‘Strange Adventures‘— o a ese Greg Smallwood que lo ha dado todo en la ENORME maxiserie de ‘Human Target’.
Batman. Un mal día: el Acertijo
- Autores: Tom King y Mitch Gerads
- Editorial: ECC Ediciones
- Encuadernación: Rústica
- Páginas: 64 páginas
- Precio: 9 euros
- King, Tom (Author)