A pesar de la cantidad de amenazas diferentes con las que ha tenido que lidiar Superman, su campo de acción es la gran ciudad, la luz del día, con la única excepción del vasto y gélido espacio exterior. Así pues, ¿cómo es que termina deambulando por las calles de uno de los barrios más pobres y peligrosos de Washington D.C.? ¿No parece más bien un trabajo para Batman? Pues sí, de hecho, el propio cruzado enmascarado se ofrece para cumplir con esta misión; pero Clark no accede. Lo que aquí se cuenta le toca muy de cerca, y sólo él puede ser el encargado de resolver el problema.
‘Superman: Corazones perdidos’ comienza con una misteriosa carta que llega al despacho de Lana Lang. El remitente es una joven llamada Traci Thirteen, que le pide ayuda para encontrar a su padre desaparecido. Traci vive en un barrio sin ley que la policía prefiere pasar por alto, en el que no hay hueco para la esperanza. Lana acepta el encargo, pero también desaparece, devorada por las fauces de estos bajos fondos. Por petición de su marido, Peter Ross, Clark saldrá en su busca y se encontrará con las caras más oscuras del ser humano.
Nada más poner los pies en el barrio, Superman se verá rodeado de miseria, desesperanza, rabia y miedo. Sensaciones muy humanas que rigen las vidas de los personajes que viven allí, impidiéndoles salir del agujero en el que se han sumergido con los años. También conocerá a Traci, y con ella a unas misteriosas criaturas llamadas «Rompecorazones», que no son sino una alegoría del pesar que aflige los corazones de los habitantes de la zona. No por ello resultan menos peligrosas, y ni siquiera Superman será capaz de escapar de sus garras.