Que Hayao Miyazaki es un genio está fuera de toda discusión. Lo siento por sus detractores (si los hay) pero adoro cada una de las piezas de animación y manga que han salido de la mente del maestro Miyazaki, y como yo opinan una amplia mayoría del sector otaku y de amantes del cine en general.
Porque hay que dejar muy claro que las películas anime de Hayao Miyazaki, y por extensión la mayoría de las de Studio Ghibli, traspasan esa dura barrera que separa el cine de animación del convencional. Es una situación muy similar a la que viven las películas de Pixar (quienes reconocen sentirse inspirados por Miyazaki), películas de absoluta calidad que consiguen alejar el cine de animación de la repetitiva etiqueta “es para niños”.
‘Ponyo en el acantilado’, la decimotercera cinta dirigida por Miyazaki y decimoctava realizada por Studio Ghibli, consigue también romper esa barrera pero con una salvedad fascinante. Mientras que películas como ‘La princesa Mononoke’ o ‘Porco Rosso’ directamente calan más profundamente entre el público adulto, ‘Ponyo en el acantilado’ atrapa al espectador a los pocos momentos de su inicio y se lo lleva al terreno de los niños para que disfrute de la misma manera que lo hacen estos. Es la magia de Miyazaki.