Con más de 2000 artículos a mis espaldas sólo en Fancueva —a los que habría que sumar como 1000 más de incursiones en otros medios—, y con poca capacidad para poder afirmar a ciencia cierta que sea un comentario que nunca haya hecho antes, vayan mis disculpas adelantadas si, en alguna ocasión que alguien recuerde, he hablado de mi voracidad lectora más allá de las ostentosas cifras que, año tras año, sirven para cerrar las diferentes categorías con las que intentamos resumir lo mejor de los 12 meses anteriores. Quizás el ejemplo más ilustrativo sobre lo mucho que la lectura puede llegar a engullirme sea el hecho de que, habiendo recibido por mi Primera Comunión de mano de una tía paterna las obras completas de Julio Verne, sólo necesitara cuatro meses, los que discurrieron de junio a septiembre de aquél muy lejano 1983, para dar puntual cuenta de todo lo que empezaba con ‘La vuelta al mundo en 80 días‘ y terminaba con ‘Los 500 millones de la Begún’. Entre medio quedaban los diez volúmenes de una lujosa edición encuadernada en rojo con estampados dorados que, huelga decir, fue motivo de cuantiosas revisiones con el paso de los años.
El que desde hace una década me dedique a escribir sobre cómics, y el que reciba mensualmente una considerable cantidad de ellos, sólo ha redundado con el paso de los años en aumentar aún más si cabe la inmensa cantidad de papel que pasa por delante de mis ojos. Una cantidad que la situación extraordinaria de confinamiento que ha provocado la COVID-19 no ha hecho sino acrecentar sobremanera dado que, con mucho más tiempo que el habitual para dedicar a mis aficiones, decidí muy pronto que iba a ser la lectura la mayor beneficiada. Detrás de dicha decisión había un claro objetivo: tratar de ir tachando libros de una lista que ya se antojaba larga en exceso y que sólo hacía añadir mes tras mes algún que otro volumen no proveniente de las editoriales —y, por tanto, relegado a las estanterías a la espera de que la «obligación» de lectura para con lo que nos llega y tenemos que reseñar, diera paso a cierta libertad—. Volúmenes que, curiosamente, no sólo contenían páginas y más páginas de viñetas, sino una nada desdeñable cifra de novelas y ensayos que aguardaban, pacientes, a ser consumidos.
Llegado tan ansiado momento a eso de la mitad del confinamiento, los últimos cincuenta y tantos días han sido especialmente prolíficos en ir eliminando de la citada lista unos dos títulos por semana, y por mis manos han ido pasando raudos cosas tan variadas como la saga de ‘El archivo‘; las humoradas cargadas de reflexión y sabiduría que enhebra Nando López en ‘Dilo en voz alta y nos reímos todos‘ y ‘En casa me lo sabía‘; un muy sencillo e ilustrativo libro de la imprescindible Usborne —¡cuánto tengo que agradecerle como padre a la editorial!— titulado ‘Política para principiantes‘; la SOBERBIA ‘Patria‘ de Aramburu —de la que hablaremos en breve merced a la espectacular adaptación que ha hecho Toni Fejzula—; un libro de Taschen sobre Stanley Kubrick; el muy IMPRESCINDIBLE ‘Factfulness‘ de Hans Rosling —uno de esos libros que te reamuebla la cabeza y que no podía haber llegado a mis manos en mejor ocasión— y, por supuesto, este ‘Elevación’ que devoré en poco menos de dos horas y que consiguió, para mi sorpresa, arrancarme sentidas lágrimas.
Aunque en la primera página no apareciera un recuerdo y dedicatoria de King hacia ese grande de la literatura de ciencia-ficción que fue Richard Matheson, es empezar a leer y contemplar la elección del de Maine para con el nombre del personaje principal, y que un torrente de imágenes acuda a nuestra memoria visual. No en vano, que King decida llamarlo Scott Carey, mismo nombre que recibía el protagonista de ‘El increíble hombre menguante‘, no sólo es un guiño hacia Matheson, sino que, en cierto modo, determina un espíritu vertebrador para un relato en el que Scott, en lugar de ir reduciendo de tamaño, va perdiendo peso sin que físicamente se note ningún cambio en su fisionomía. Dicha idea, que King ya desarrollara en ‘Maleficio‘ de manera similar, se lleva aquí por otros derroteros mucho más interesantes por más que el recorrido del volumen sea tremendamente escueto.
Teniendo en cuenta que las 176 páginas, que ya son limitadas, vienen en formato recortado y con un tamaño de letra e interlineado superiores a lo habitual —dicho de otra forma, de haber venido maquetada de otra manera, ‘Elevación’ habría ocupado la mitad de páginas—, resulta encomiable que King consiga acertar tan de pleno con las sinergías de los personajes; con lo fácil que es empatizar con cualquiera de los cuatro que configuran la línea delantera; con el interés creciente con el que se atiende intrigado a cómo se despliega todo y con la sencillo que es emocionarse, ojos humedecidos mediante, cuando la acción toca a su fin.
Entre medio, y con el marco de Castle Rock de fondo —que, a todo esto, vaya error de enfoque el de la serie de televisión, ¿no?— King revalida, una vez más, y ya es imposible llevar la cuenta de cuántas han sido, que es un maestro en plasmar ideas que atrapan al lector con suma facilidad y lo mantienen completamente entregado hasta la conclusión de la historia. Un logro nada baladí cuando estamos hablando de un autor que, tras casi cinco décadas de oficio, más de sesenta novelas y más de doscientos relatos a sus espaldas, nunca — o casi nunca— defrauda a quienes llevamos pendiente de él desde que nos lo encontráramos, muchos lustros atrás, con alguno de esos libros que tan ojipláticos nos dejaron en nuestra adolescencia. En mi caso fue ‘Los ojos del dragón‘ con doce o trece años…¿y en el vuestro?
Elevación
- Autores: Stephen King
- Editorial: SUMA de LETRAS
- Encuadernación: Cartoné con sobrecubierta
- Páginas: 176 páginas
- Precio: 14,15 euros en
Yo nunca he podido leer mucho de Stephen King, pues no soporto el miedo o el terror. Pero hace ya muchos años leí La Torre Oscura y me pareció magnífica, por lo menos hasta el volumen 4. Del 5 en adelante me pareció mediocre. Fue mi primera gran decepción. Luego vendría Lost, Juego de Tronos y Cómo conocí a vuestra madre.
King tiene mucho en su haber que no es ni miedo ni terror. ‘Elevación’ es sólo un ejemplo de muchos que te podría citar.
En cuanto a lo de ‘Lost’ y ‘Juego de Tronos’…correré un tupido velo.