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V. Kingdom Come

El sindicato de policía yiddish, de Michael Chabon

Michael Chabon

Contundente, afilada, cinematográfica y apasionante. Así es la narrativa de Michael Chabon y así es, en gran medida, su última novela, El sindicato de policía yiddish, una novela negra en un presente ficticio. Sus méritos le han valido para hacerse, sin discusión, con el prestigioso Premio Nébula y, después de leída, no puedo sino estar de acuerdo con quienes así lo votaron: hay en esta novela caviar de la máxima calidad.

El sindicato de policía yiddish es una ucronía, un «qué hubiera pasado si». En este caso, la hipótesis es que el Estado de Israel nunca llegó a formarse tras la Segunda Guerra Mundial, sino que la comunidad judía fue ubicada en Sitka, un distrito federal de Alaska (y, por tanto, subordinado a EEUU). La novela se enmarca justo en el momento en que la comunidad internacional ha decidido expulsar a los judíos de Sitka, donde han vivido durante más de 50 años y donde han creado su propio microcosmos.

Bajo la apariencia de novela policíaca, hay en la obra una pintura similar a la que Ridley Scott planteó en Blade Runner, pero sin coches voladores ni robots. También asfixiante como El Padrino. Sitka es una ciudad nevada donde todo está podrido y donde el hielo se confunde con la sangre y el barro, donde los cadáveres (el primero, en la primera página) aparecen sin que nadie les dé la importancia que merecen puesto que el mundo se derrumba a su alrededor.

En ese clima asfixiante conviven quienes aún esperan la llegada del Mesías, los que simplemente lo desean, pero no se lo creen, y los que hace tiempo han perdido la fe. En ese ambiente, el detective Meyer Landsman (algo más que un simple personaje; Chabon tiene en él a un arquetipo con potencial de sobra para seguir exprimiéndolo) deberá resolver el caso que nadie quiere esclarecer.

Con elementos de varios géneros, Chabon construye un relato apasionante, al que dota de paisajes y seres humanos a los que el lector casi puede sentir a su lado. Cómo no hacerlo cuando el escritor es capaz de hacer de un funeral algo así:

Por un momento, la multitud, la tarde y el mundo entero de los judíos inspira y se olvida de expulsar el aire. A continuación se desata la locura, un disturbio judío, al mismo tiempo violento y verbal, cargado de acusaciones destempladas y maldiciones implacables. Se invocan enfermedades cutáneas, maldiciones divinas y hemorragias. Gritos, oleadas de sombreros negros, palos y puños, chillidos y alaridos, barbas ondeando como banderas de cruzados, palabrotas, olor a barro revuelto, a sangre y a pantalones planchados.
(…)
La palabra «Adiós» laboriosamente pintada en el estandarte es arrancada y sale despedida. Se aleja volando al viento sobre las cabezas del cortejo fúnebre y de la policía, de los gángsters y de los ortodoxos, de los vivos y de los muertos.

Los que le descubrieron en Las fabulosas aventuras de Kavalier y Clay ya saben que la escritura de Michael Chabon absorbe al lector. Ësa es su mejor baza y El sindicato de policía yiddish, sin ser tan brillante, no hace sino confirmarlo. Ni siquiera el uso continuo de la jerga local de Sitka consigue sacarle de la novela (aunque, al principio, haya tramos que despistan lo suyo).

Gran novela negra y gran relato de ciencia ficción, aunque haya aspectos de la trama cogidos con alfiler y se eché en falta una mayor carga de profundidad. En cualquier caso, apuesto a que los productores de Hollywood ya se están pegando por ella.

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