‘Y, el último hombre‘ ha sido una de las series de referencia de Vertigo desde que comenzara a editarse hace ya más de cinco años. Con ‘Cómos y porqués’ llega a su final y deja el mejor sabor de boca posible, justo lo que yo no me esperaba. Y no porque la serie no me haya gustado, sino porque no lo hizo tanto como prometía.
‘Y, el último hombre’ comenzó con una idea inicial brutal, un primer arco excelente y muchas posibilidades por delante. Parecía ser una obra destinada a ser un hito en la ciencia ficción (y no sólo en la esfera de los cómics), pero parte de esa maravilla se fue diluyendo con el paso de los números. Nunca dejó de ser una serie entretenida (aunque tuvo un par de arcos en los que el trayecto se hizo más pesado de lo recomendable), pero sí cayó en la peligrosa senda de lo rutinario.
Pese a poder habernos contado una distopía excelente en la que sólo un hombre sobrevivía a una extraña plaga y quedaba rodeado sólo por mujeres (y éstas debían emprender el mundo sin él), ‘Y, el último hombre’ se conformó con dar pinceladas de eso y centrarse en la acción, el espionaje y lo sentimental. Pudiendo ir de lo particular a lo general, a Brian K. Vaughan (un guionista espléndido, por otro lado) le bastó con quedarse en Yorick y su alrededor, en vez de fabular sobre la condición humana.
Justamente, el número final de la serie, el que hace el 60, es su mayor éxito y también la prueba de su fracaso. Es un cómic sobresaliente, conmovedor, certero y punzante. Es sobrio, pero no frío; contiene escenas conmovedoras, pero no cae en el sentimentalismo barato y trasciende la propia esencia de la historia: habla de tú a tú al lector.
Vaughan, como siempre secundado en el magnífico dibujo de Pia Guerra (que no ha bajado nunca su nivel, nunca ha flaqueado), da su do de pecho. Una vez liberado de las ataduras argumentales (todo queda cerrado en el número 59), se convierte en escritor y no en mero contador de historias. Que no es lo mismo.
Por ese final tan sobresaliente y por el espléndido inicio que tuvo la serie hablo también de fracaso: ‘Y, El último hombre’ pudo haber sido una obra maestra y se quedó “sólo” en lo notable. Hoy en día no es poco y nada nos quitará nuestros grandes momentos de lectura, pero en el fondo es como ver cómo el velocista perfecto queda segundo en la final olímpica de los 100 metros… batiendo su marca personal, eso sí.
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