Considerando la nada desdeñable cantidad de líneas que ya le dedicamos por aquí hace cosa de tres años, afirmar que todo lo que tendríamos que decir acerca de Lucca Torelli está ya dicho en la entrada enlazada más atrás no nos exime, faltaría más, de apuntar una vez más —y las veces que haga falta, qué demonios— que a la hora de hablar de ‘Torpedo’ lo estamos haciendo de toda una institución del noveno arte. Así, sin apelativos que acoten su extensión y la reduzcan sólo al ámbito nacional, que Enrique Sánchez Abulí y Jordi Bernet bien merece todo reconocimiento que se dé al que en su momento no nos tembló el pulso de calificar como «el noir definitivo». Si, como supongo, sois seguidores habituales de mis líneas en esta vuestra página, sabréis de mi pasión por el género negro y de que dicha afirmación es de todo menos baladí.
Profesándole pues una pasión que va más allá de las palabras o el entendimiento, recibí no obstante de forma escéptica el anuncio por parte de Panini de este ‘Torpedo 1972’ por cuanto, sin dejarme llevar por radicalismos puristas, confluían en él dos circunstancias que, a priori, no lo hacían tan apetecible como podría haber sido deseable. Primera, y fundamental, que Bernet no fuera a ocuparse de la parte gráfica y, en su lugar, fuera un Eduardo Risso —un Eduardo Risso a color— el que intentara llenar tan inmensos zapatos. La segunda, de menos calado pero importante a fin de cuentas, que ya habían transcurrido muchísimos años desde que ‘Torpedo’ finalizara y servidor no terminaba de creer en la efectividad de tan tardía apuesta. Afortunadamente, me equivocaba, no sólo en la segunda, sino también en la primera. Empecemos por ésta última.
Risso, que a estas alturas no tiene nada que demostrar en cuanto a su portentosa capacidad para hacer suyo el relato noir que se le ponga por delante —y espero que no haga falta traer a colación ‘100 balas’, ¿verdad?— le toma el pulso a esta versión septuagenaria del mítico personaje, y con sus luces, pocas, y sombras, abundantes, acompaña a la perfección a los claroscuros en los que sigue moviéndose el señor Torelli y su inseparable Rascal. Además, el muy preciso uso del color hace que la ambientación grasienta y sucia de la Nueva York de comienzos de los años setenta quede recubierta de una pátina de lúgubre y acertado verismo que no hace sino sumar enteros a la labor del artista argentino.
Ahora bien, donde ‘Torpedo 1972’ da el do de pecho y nos transporta a tres décadas en el pasado a los lectores que lo descubrimos durante los ochenta es en un trabajo de Abulí por el que no parece que hayan pasado los años: aquí siguen incólumes, para nuestro goce y deleite, la cáustica ironía, los diálogos con dobles y triples sentidos, la concatenación de palabras, la mala leche nada sutil y el maravilloso sentido de «la burrada por la burrada» que hizo a Torpedo el fundamental hito que hoy es. ¿La historia? Como siempre: autoconclusiva, cortante, feroz y dando ostias a todo el que se ponga por delante con su mucha incorrección política y su buena carga de humor negro como el carbón. Torpedo ha vuelto, y lo ha hecho, contra todos mis pronósticos, por la puerta grande. Esperemos que esta primera entrega sólo sea eso, la primera de muchas por venir, y que el ahora ajado gatillo fácil del personaje vuelva a alegrarnos el día con futuras aventuras. Ya lo estamos deseando.
Torpedo 1972
- Autores: Enrique Sánchez Abulí & Eduardo Risso
- Editorial: Panini
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 64 páginas
- Precio: 14,25 euros en