Resulta curioso a la par que completamente lógico, que un tebeo que leíste en su momento hace más de veinte años, que no te dijo mucho en su momento porque tus filias de aquél entonces poco tenían que ver con las de ahora y que metiste en ese inmenso cajón del subconsciente al que van a parar aquellas cosas que nunca creemos que vamos a volver a necesitar; vuelva ahora a caer en tus manos, avive el recuerdo perdido, sea observado con ojos completamente diferentes, provoque la típica reacción de «¿en qué diantres pensaba yo hace veinte años?» y se alce a la par como afortunado reencuentro y, aún más, como uno de los mejores instantes lectores que el tebeo español nos ha dado en lo que llevamos de año. Tan afortunado, que sería muy de extrañar si este ‘Siete vidas’ de Josep María Beà no formara parte de la selección de lo mejor que nos habrá dejado 2017 cuando, en diciembre, cerremos el periodo de doce meses de lectura.
De acuerdo que, si así fuera, estaríamos dando valor renovado a un tebeo que lleva dando tumbos por el panorama patrio desde hace tres décadas y que, al hacerlo, eliminaríamos una de las contadas oportunidades que nuevos títulos tienen para entrar en nuestra selección de lo Mejor del año; y es este hecho el que, más que ningún otro debería acompañaros hasta el final de esta entrada: el que, al menos a priori, este redactor antepondría la inmensa grandeza de un tebeo con más de treinta a sus espaldas que uno que pudiera dejarme boquiabierto y que sólo contara con pocos meses de vida. Tal es el enorme calado que encierran estas 48 páginas y tal es la magnitud de lo planteado por Beà en siete relatos cortos de acusado carácter autobiográfico en el que, con gatos antropomorfizados, el artista reflexionaba pasados sus cuarenta años sobre ciertos episodios de su juventud y adolescencia.
Mirar en plena «crisis de los 40» hacia esa época de nuestras vidas en la que rara vez actuamos de forma consciente gobernados como estamos por desaforados impulsos hormonales, deviene en ‘7 vidas’ en un ejercicio que juega a dos niveles bien diferenciados. El primero, el que «salta a la vista», viene de la mano de un trazo y una narrativa en los que un Beà en estado de gracia compone unas planchas que de la primera a la última viñeta gritan GENIO: seis viñetas por página marcadas por un brillante blanco y negro y un uso asombroso del claroscuro son las que enmarcan la compulsión por el detalle del artista español y las encargadas, en primera instancia, en transmitir al lector que a ellas se acerque una nada desdeñable melancolía.
Embargados en dicho sentimiento, es cuando comenzamos a profundizar en la lectura y dejamos atrás el sentido de la maravilla de lo gráfico, cuando ‘Siete vidas’ golpea con fuerza, elevándose de lo sobresaliente que ya merecería tan sólo por la incuestionable belleza plástica de sus páginas a la categoría de obra maestra. Por mucho que sea personal y localista, la mirada de Beà sobre la adolescencia se antoja universal cuando nos implicamos en las siete historias cortas que vertebran la lectura, y es muy complicado no hacer propia la forma en la que el narrador se asoma a los distintos episodios de su pasado si, como el que esto suscribe, has superado la barrera de los cuarenta y, de cuando en cuando, te sientes mero copiloto de una vida por la que circulas a demasiada velocidad. De no ser así, quizás, y sólo quizás, ‘Siete vidas’ no llegue a ostentar el superlativo talante que sin dudarlo servidor le asignaría ahora y se quede en aquella sensación de moderada indiferencia que se desprendió de la primera lectura hace más de dos décadas. Las desventajas de ser joven son, sin duda alguna, las ventajas de hacerse mayor.
Siete vidas
- Autores: Josep María Beà
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 48 páginas
- Precio: 13,30 euros en