Las expectativas eran enormes, desproporcionadas. ¿Cómo no iban a serlo? A fin de cuentas, teníamos delante nuestra un volumen firmado por Joe Kelly y Ken Niimura, dos autores que se las arreglaron para conjurar una de las lecturas que más directas nos han llegado al corazón en nuestra dilatada experiencia como aficionados al mundillo de la viñeta. Hablamos, como no, de ‘Soy una matagigantes‘, la novela gráfica posteriormente convertida en largometraje y que, creemos, es una de esas joyas raras del noveno arte que le puedes arrimar a cualquier tipo de público, le gusten o no los cómics, con la certeza de que caerán rendidos ante la sencillez de formas del dibujante español y el enorme calor que desprende la historia imaginada por el estadounidense. Así las cosas, y a sabiendas de que el control de las expectativas es algo que hay que ejercitar con cierta recurrencia en el mundo en el que vivimos para dejar el mínimo espacio posible a la decepción, no podíamos sino sentir cierto cosquilleo en las tripas cuando nos sentamos con ‘Sargento inmortal‘ en el regazo, un vértigo inevitable ante la opción de que, en la historia que nos disponíamos a devorar, Kelly y Niimura no hubieran sido capaces de destilar el mismo genio que en su anterior colaboración. Temíamos en balde. Afortunadamante.
No significa esto que ‘Sargento inmortal’ logre escalar hasta las mismas alturas que aquellas que coronó ‘Soy una matagigantes’: si bien suelen horripilarnos las comparaciones y establecerlas aquí resulta cuanto menos complejo por el enorme abismo temático que se abre entre ambas, es inevitable tratar de tender puentes para salvarlo por aquello de que sean los mismos nombres los que firman ambas lecturas. Pero, al hacerlo, creemos, estaríamos incurriendo en un error de considerable calado por cuanto, insistimos, más allá de la obviedad señalada, poco o nada hay en el relato de Michael y Jim Sargent, hijo y padre, que encuentre equivalente en lo que dio de sí el relato a caballo entre la realidad y la fantasía que fueron las aventuras de Barbara y su martillo. De hecho, nada de «fantástico» — los que hayáis tenido la fortuna de leerla sabéis el por qué del entrecomillado— hay en el volumen que nos presenta Astiberri. Antes bien, lo que tenemos por delante es una suerte de buddy movie bastante peculiar en la que un hijo que ha sufrido desde que era niño el INSUFRIBLE carácter de su padre, un rudo policía que siempre dice lo que piensa como lo piensa ajeno a cualquier convencionalismo social, tendrá que acompañar a su progenitor en un viaje al borde de la jubilación para que éste pueda, por fin, cerrar un caso que lleva décadas atormentándolo.
A partir de ese esquema base, el relato hilvanado por Kelly se nutre sobremanera de un sentido del humor que se mueve entre lo descarnado y lo negro, apoyado como está de manera fundamental por el personaje de Jim Sargent, un cabronazo redomado que sabe que lo es, no pretende esconderlo y tiene que lidiar, muy a su pesar, con un hijo que es un pusilánime —al menos a sus ojos, claro—, con una nuera que es una metomentodo, unos nietos ruidosos o una ex-mujer que, para su desgracia, lo dejo por otra fémina hastiada ya del género masculino del que él era lamentable representante. Como podréis imaginar, los golpes de humor que el guionista pone en boca de tan explosivo personaje hacen de él una combinación imposible, un oxímoron, entre despreciable e hipnótico, y uno no puede si no reír a carcajada suelta cada vez que este hijo de puta carismático como el sólo se lanza a una de sus peroratas racistas, homófobas o sexistas sabedores que, en el fondo, lo que Kelly pretende, claro está, es afirmar todo contrario a lo que pone en boca de su creación.
Por mero contraste, el segundo de abordo del viaje, el hijo apocado que lleva años queriendo ser capaz de demostrarle a su progenitor que es algo más que un mero diseñador de videojuegos cuquis, queda algo ahogado por el desabrido ímpetu que es el personaje que da nombre al volumen, y su efectividad juega más en la liga de servir de necesario elemento de contraste que en aquella en la que podríamos imaginarlo cargando sobre sus hombros el peso de servir de protagonista principal. Es un detalle que no comporta mucha relevancia y que prácticamente no resta enteros a un conjunto con un empaque ejemplar que se sirve, y de qué manera, del estilo desenfadado, rápido y ágil de un Ken Niimura que, en la línea de sus últimos trabajos, sigue evolucionando en pos de simplificar su característico sello. Es esto último lo que, según el lector de turno, podría suponer un problema para entrar al juego que plantea ‘Sargento inmortal’. A nosotros, honestamente, nos ha importado un bledo. Porque, en serio, menuda lectura más divertida, entretenida, vibrante, adrenalínica y…con CORAZÓN. Que de esto último le sobra un rato…un rato muy largo.
Sargento inmortal
- Autores: Joe Kelly y Ken Niimura
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 416 páginas
- Precio: 17 euros