'Psicoinvestigador', en la mente del otro

Nos encantan las historias de detectives. Esas que plantean casos imposibles que la ágil mente del investigador protagonista resuelve con agilidad. Y, claro está, de entre todas ellas, las que nos siguen poniendo ojitos tras incontables lecturas y aún más incontables adaptaciones, son las del gran Sherlock Holmes.

Nos encantan las historias de superhéroes. Esas que convierten los sueños más locos de la humanidad en gente con imposibles poderes. Y, aunque no está tan claro, porque su recorrido así lo ha marcado, no deja de ser sorprendente que, de entre todas ellas, sigamos volviendo una y otra vez a las de los mutantes con Charles Xavier a la cabeza.

Ahora coged esos dos párrafos, mezcladlos sin agitar demasiado, coged como localización el París actual, pensad en un dibujo tremendamente exagerado y caricaturizado que hace de la expresividad su máxima irrenunciable y añadidle a la mezcla, por una parte, dos casos de lo más enrevesados y, por la otra, un tenue hilo de fondo que atañe a la vida privada del protagonista y obtendréis como resultado el muy sorprendente cóctel que ha resultado ser ‘Psicoinvestigador‘, un tebeo tremendamente enérgico y animado que tiene por protagonista a un psicoanalista metido a investigador privado con la capacidad de entrar en los recuerdos de la gente y leerlos como si fueran un libro.

De hecho, lo mejor de esta lectura, más allá del interés por ver cómo se resuelven los casos o, llegado el momento, cuál es el desenlace de la trama personal del protagonista, son los instantes en que Erwan Courbier tiene la oportunidad de poner a prueba todas sus imaginativas habilidades sobre el papel y visualizar las exploraciones que Simon Radius, el psicoinvestigador del título, hace de los fragmentados recuerdos de aquellos que se cruzan en sus pesquisas. Dichos instantes, cargados como decimos de inventiva y dignos de una lectura que eche el freno para dar cuenta precisa de lo que en ellos se plantea se alzan como puntos álgidos de un volumen la mar de recomendable que, aunque se nos antoje imposible —los dos álbumes que conforman este integral de Ponent Mon aparecieron en 2005…¡¡y 2017!!—, nos encantaría ver continuado.