Pues ha tenido que pasar más de un año para que podamos seguir disfrutando de las aventuras más clásicas de un personaje tan querido por los aficionados como es Daredevil. Si en la anterior entrega nos deleitamos con la etapa guionizada por un peso pesado dentro de La Casa de las Ideas, Roy Thomas, ahora le toca el turno a otro que tal baila, un Gerry Conway que brillaría sobremanera gracias a sus alocadas ocurrencias y, sobre todo, por el artista que lo acompañaría en la práctica totalidad de su run, Gene Colan. A pesar de la enorme cantidad de opiniones dispares que suscitan estos tebeos, nadie puede negar la calidad de muchos de ellos, siendo considerados como uno de los momentos a tener en cuenta de toda la historia del personaje. Claro, después llegaría Frank Miller, y todos sabemos qué pasaría con él. Pero eso será comentado en un futuro, ahora nos quedamos con el joven Conway (apenas llegaba a los dieciocho años) que recibiría su primer encargo como escritor regular a finales de los años sesenta y entrando en los setenta. Un trabajo, el realizado en la cabecera del cuernecitos, que causaría tan buena impresión como para que las cabezas pensantes de la editorial confiarán en él ciegamente, tanto, que su nombre aparecería impreso en las portadas de otras colecciones de éxito como Namor, El Asombroso Spiderman, Hulk, Los Cuatro Fantásticos o Iron Man.
Un estado de bonanza argumental que no estaría exento de algún que otro momento, llamémoslo, extraño. El relato elegido para debutar con Daredevil supone un enfrentamiento contra una raza de hombres leopardo que vienen de otra dimensión. Una elección más que chocante si la comparamos con el presente más noir de sus aventuras. Este tipo de ideas (no crean que es algo aislado, habrá más de este tipo) van a dar lugar a guiones que son puro delirio marvelita y son estas decisiones las que hacen que no haya unanimidad en cuanto a la calidad de la etapa. Un criterio que dependerá muy mucho de los gustos personales de cada lector y hasta donde esté dispuesto a adormecer su raciocinio y dar rienda suelta a su imaginación. Tomen buena nota de lo que tiene guardado en la chistera el bueno de Conway: todos los habitantes de Nueva York sufrirán una ceguera generalizada, Murdock y Foggy se marcan un viaje a Latinoamérica para verse las caras contra El Cóndor, una pelea a tres (Daredevil, Namor, Spiderman) con todos los clichés posibles de este tipo de encuentros y la traca final, una saga larga que abarca siete números en la que Mr. Kline, mente maestra de corte criminal, va a entrar de lleno en la vida del abogado y va a hacer todo lo posible por acabar con él echando mano de todo villano que pueda usar para tal fin. Atentos al giro inesperado en cuanto a la verdadera identidad de Kline, quien es el verdadero cerebro tras el plan maestro y, especialmente, a la resolución de todo el conflicto, con viaje al futuro incluido.
Las ventas no acompañaban por lo que era necesario un cambio de rumbo de manera inmediata. Vuelta a villanos conocidos por todos, colocar a la Viuda Negra como coprotagonista de la serie y mudanza a San Francisco, una ruptura total con todo lo anterior que jugaría a favor del trabajo de Conway. Bien es cierto que, el tono urbano que se va a seguir a partir de este momento, le va mejor al carácter del personaje, funcionando todo de manera más natural y fluida. La mejora en las historias coincide también con la evolución positiva del dibujante titular de la serie, un Gene Colan que número a número seguía creciendo hasta alcanzar un nivel altísimo, llegando a dejarnos boquiabiertos cuando el entintador Tom Palmer se encarga de embellecer sus fastuosos lápices. En las últimas páginas del volumen asistimos a la marcha de Conway, la visita de Steve Gerber y la llegada de Chris Claremont, un final de traca para un Marvel Gold que, por manido que pueda sonar, no va a dejar indiferente a nadie.
Marvel Gold Daredevil Volumen 4: Una mujer llamada… Viuda Negra
- Autores: V.V.A.A.
- Editorial: Panini Cómics
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 744 páginas
- Precio: 60,00 euros