V. Kingdom Come

‘Los portugueses’, la vida del migrante

Las historias de migración llevan en mi vida desde siempre. Y lo hacen porque mi abuelo materno tuvo que cambiar de país en hasta dos ocasiones durante sus 76 años de vida. Primero, con 16 años, cuando la guerra civil estalló en España y él y su familia, que vivían en el protectorado español de Marruecos, tuvieron que salir con lo puesto durante una noche a riesgo de morir fusilados por el ejército rebelde al día siguiente. Pero, resilientes como eran, mis bisabuelos lograron salir adelante y mi abuelo aprendió el suficiente francés como para medrar en una pequeña localidad del país vecino llamada Souk el Arbaa y hacerse de una pequeña fortuna que le permitió, a mediados de los sesenta, dar el salto al Estrecho y venirse a vivir a Algeciras, ciudad en la que servidor nacería algo menos de una década después. En ese tiempo mi abuelo se enriquecería aún más antes de caer en la ruina, tener que mudarse a Sevilla y terminar sus días como un trabajador de cierta marca de café. Gracias a una experiencia acumulada que se alejaba de lo habitual, mantener conversaciones con el padre de mi madre era, siempre, garantía de relatos apasionantes y de recuerdos que se movían entre lo trágico y lo cómico, tonalidades éstas que están muy presentes en ‘Los portugueses‘, obra en la que Olivier Afonso recorre, no sabemos hasta qué extremos de veracidad, las vivencias de su padre, portugués, cuando tuvo que salir de su país natal y buscar fortuna en Francia.

La búsqueda de ese algo mejor que ofrecían los cantos de sirena venidos del otro lado de los Pirineos, que se veía alimentada por el régimen autoritario de Antonio Salazar, instaurado en el poder desde 1933, se centra aquí en dos protagonistas, Mario y Nel, dos jóvenes que cruzan la frontera, llegan a los barrios marginales de París y, como otros tantos portugueses de la época, terminarán trabajando como albañiles de bajo coste para las empresas sin escrúpulos que veían en ellos mano de obra barata —aunque no cualificada, claro— con la que edificar. En ese sentido, y en otros muchos, ‘Los portugueses’ no es un alarde de originalidad puesto que el relato de ambos personajes es uno al que ya nos hemos asomado en incontables ocasiones, algo que, en lugar de jugar en detrimento de nuestras sensaciones sobre la lectura termina posicionándose como baza a favor de la misma por la naturalidad con la que Afonso enhebra un guión que imprime un ritmo tremendamente veloz a las 136 páginas. Tanto es así, que a poco que os despistéis, el volumen habrá pasado ante vuestra mirada sin que casi os hayáis percatado de ello.

Muy responsable de que así sea es la narrativa de Aurélien Ottenwaelter —que firma aquí como Chico—, heredero directo de las formas de Christophe Blain en lo que se refiere tanto a la soltura del trazo, que también recuerda en parte a Pascal Rabaté, como, sobre todo, a liberar a la página de los límites de las viñetas. Bien es cierto que es algo a lo que Ottenwaelter sólo recurre en parte a lo largo de la lectura, pero cuando lo hace y la acción fluye con naturalidad en una página organizada con rigor, uno no puede evitar que acudan raudas a la memoria las magníficas páginas de ‘El mundo sin fin‘, último referente de Blain que incorporáramos allá por finales de año a nuestra mochila tebeística. Bajo la influencia de los dos citados artistas, es evidente que lo que vamos a encontrar en ‘Los portugueses’ queda determinado por cierta laxitud visual que, reforzada por un magnífico y expresivo uso del color, es fundamental para tenernos enganchados mientras la vida de los jóvenes protagonistas avanza sin que parezca que tienen mucho control sobre ella. Todo un tanto el que se apunta Ponent Mon con este álbum que, si os dejáis, os conquistará sin remisión.

Los portugueses

  • Autores: Olivier Afonso y Aurélien Ottenwaelter
  • Editorial: Astiberri
  • Encuadernación: Cartoné
  • Páginas: 136 páginas
  • Precio: 33 euros

Análisis y reseñas

Deja un comentario

Eternos. Hijos bastardos de Matusalén

En el Madrid del siglo XXIV, vivir demasiado tiempo puede costarte la vida.
El mundo ha sufrido su colapso inevitable y la humanidad se ha refugiado en unas pocas ciudades donde las fábricas de oxígeno mantienen el aire respirable. Bajo las cúpulas de las Torres vive la élite, eternamente jóvenes gracias al consumo regulado del Suero de Ponce, disfrutando de aire limpio y lujos increíbles.

Si continúas usando este sitio, aceptas el uso de cookies. Más información

Los ajustes de cookies en esta web están configurados para «permitir las cookies» y ofrecerte la mejor experiencia de navegación posible. Si sigues usando esta web sin cambiar tus ajustes de cookies o haces clic en «Aceptar», estarás dando tu consentimiento a esto.

Cerrar