En su blanco y negro original —en un glorioso blanco y negro, cabría apuntillar— y no en color como ‘Las murallas de Samaris’ nos traía Norma hace un par de meses el segundo volumen de ‘Las ciudades oscuras’. Un álbum que, entre otras muchas cosas, no hace sino confirmar las superlativas percepciones que se derivaban de la lectura de la anterior entrega de esta «saga» creada por Benoît Peeters y François Schuiten. Unas percepciones que no sólo se ven corroboradas, sino superadas al encontrarnos ante un despliegue de genio asombroso que transpira tanto en la labor por separado del guión de Peeters y los fabulosos trazos de Schuiten como, sobre todo, en la muy íntima comunión que se da entre el trabajo de ambos autores.
Retroalimentándose constantemente el uno del otro, las páginas de ‘La fiebre de Urbicande’ nos acercan a la ciudad del mismo nombre, un lugar escindido en dos zonas mediante un río que separa la orilla de la abundancia de aquella necesitada de todo lo que se pueda imaginar. Dechado de virtuosismo arquitectónico y urbanista, la perfecta simetría y elegancia edilicia de la primera de las orillas es responsabilidad de Eugen Robick, el urbatecto cuya obsesión es poder sacar adelante el proyecto que unirá las dos opuestas caras de Urbicande y rematará la visión que para el lugar que habita lleva años atormentando su creatividad. Interponiéndose en su camino la burocracia —de una elocuencia suma es la caracterización de los burócratas de la ciudad como unos obsesos politicuchos sentados en inmensos butacones— la vida de Robick cambiará por completo cuando a su despacho llegué un extraño cubo de material desconocido que crecerá sin control ante los asombrados ojos de la población.
Descrito a grandes rasgos —habría mucho más que desgranar de allí por dónde va discurriendo la trama—, el esqueleto argumental de ‘La fiebre de Urbicande’ sirve a Peeters para plantear con tremendo juicio una severa mirada crítica a la polarizada sociedad en la que vivimos. Una sociedad controlada por aquellos que están en el poder y que observa anestesiada como los necesarios puentes que habría que construir para que el mundo fuera un lugar mejor son sistemáticamente saboteados por los que no quieren ver alterado el orden establecido. Demoledora en su elocuencia y extremadamente lúcida en el recorrido que efectúa a lo largo de las 112 páginas, la mirada de Peeters acerca de ese microcosmos que es Urbicande nos va dejando en su discurrir hondas reflexiones acerca de la condición humana haciendo especial hincapié en nuestra innata capacidad de adaptación a los avatares que la existencia nos va disponiendo por delante.
Y si por sí solas las reflexiones del guión de Peeters son de un calado asombroso, no cabe duda de que por mano de Schuiten alcanzan un nivel de concreción superior que la mera palabra escrita nunca sería capaz de imaginar. El preciso y minucioso trazo del dibujante belga, potenciado aquí por la ausencia del color, da vida y forma, forma y vida, a las ideas del guionista hasta tales extremos que resulta complicado evitar que el asombro sea la cualidad constante que jalone la lectura desde la primera a la última página.
A través de la mirada de Schuiten, los planteamientos arquitectónicos de ‘La fiebre de Urbicande’ toman forma tridimensional trascendiendo la bidimensionalidad propia de la página impresa para desplegarse ante nuestra atónita mirada. La febril capacidad del artista para imaginar imposibles edificios y plasmarlos en unas viñetas en las que el control sobre la perspectiva se hace tan necesario como ejemplar es sólo una de las muchas facetas de lo que las páginas de esta segunda entrega de ‘Las ciudades oscuras’ es capaz de ofrecer. Con nueve álbumes por delante para completar esta nueva edición de tan magno y sublime la pregunta es obvia para aquellos que nunca nos habíamos acercado a ellos, ¿seguirá en tan alucinante curva ascendente la saga? Y, de hacerlo ¿habremos de encontrar nuevas formas de definir la excelencia? La respuesta, como no, en sucesivas entradas.
La fiebre de Urbicande
- Autores: Benoît Peeters y François Schuiten
- Editorial: Norma
- Encuadernación: Rústica con solapas
- Páginas: 112 páginas
- Precio: 23,75 euros en