Ya sabéis, porque es algo que he afirmado hasta la saciedad cada vez que el tebeo de turno me ha dado pie para ello, que el cómic bélico —el género bélico, de hecho— es uno de esos por el que siempre he tenido especial aprecio…amor…pasión…desaforada pasión. Y, claro, bajo ese prisma, cuando una editorial nos sirve en bandeja, como ha hecho cARTEm, poder acercarnos a un título sobre el que ya sabíamos, sobrevolaba un hálito de tremenda leyenda, decir que se nos hacía la boca agua ante lo que fuera que ‘La guerra de Charley‘ nos pudiera ofrecer es quedarse cortos. Máxime si, como es el caso, a lo que nos acerca el trabajo de Pat Mills y Joe Colquhoun que con tantísimo esmero —y su habitual mimo— edita la compañía española, no es la muy explorada Segunda Guerra Mundial, sino ese ensayo de la misma que, dos décadas antes, se llamó primero La Grande para, después, pasar a ser conocida como Primera Guerra Mundial. Un territorio que, tanto en el noveno como en el séptimo arte ha dejado vehículos de auténtico asombro como la ‘Puta guerra‘ de Jacques Tardi, el ‘1917‘ de Sam Mendes o esa ‘Senderos de gloria‘ con la que Stanley Kubrick establecía ciertos parámetros mediante los que, creemos, todo relato sobre la guerra y, más aún, todo alegato anti-militarista, debería medirse.
Y algo de medirse mirando la cinta de su compatriota hay en la intención del creador de Slaine por la descarnada brutalidad con la que se arremete contra el lector en las páginas de un primer volumen —de los dos que recogerán la serie completa— que, sin precisar de muchos arropes introductorios, invierte un puñado muy reducido de páginas —tan pocas como las seis u ocho primeras— en presentarnos al Charley protagonista antes de ponerle el uniforme y mandarlo a las enfangadas trincheras de la que será una de las batallas más terribles e infames, no ya de la Primera Guerra Mundial, sino de la historia de la humanidad, la batalla del Somme. Una batalla que se prolongó durante cuatro meses y medio, que enfrentó a británicos y franceses contra las tropas alemanas, que se saldó con más de un millón de víctimas y cuya victoria, atribuida a las tropas aliadas, sentaría las bases para el ulterior resultado final de la contienda: la manera en la que Mills habla de lo que allí sucedió, a través, no sólo del soldado raso que es Charley, sino de sus compañeros, sus superiores y sus «enemigos», es de una elocuencia suma que pone sobre la mesa, con la contundencia que sólo la semblanza de veracidad puede conseguir, el eterno debate de la necesariedad de la guerra como forma de resolución de un conflicto.
Un debate que aquí se resuelve a golpe, como decimos, de una veracidad que dimana, sobre todo, de la forma en la que Mills, no sólo describe una acción que queda únicamente manchada por la estructura original de la propuesta —publicada en historias semanales de cuatro páginas que, como suele pasar, tienden a dilatar el tiempo o, sobre todo, a resumir acontecimientos inmediatamente anteriores en cada apertura— sino trata a unos personajes que, incluso con la mucha distancia que ya nos separa de ellos y de ese mundo de hace algo más de un siglo, generan empatía inmediata, importando muy poco el bando al que pertenezcan por la sabia decisión del guionista de no posicionarse, al menos no de manera descarada —aquí y allá cabe distinguirse una inevitable simpatía por las fuerzas aliadas— por una nacionalidad u otra de aquellas que entraron en liza.
El resultado de tal decisión es sentirnos, en muchos momentos, a pie de trinchera, con nuestro uniforme calado por el barro y la lluvia, con el estómago encogido por el hambre, la muerte y la podredumbre que nos rodea, con la indignación a flor de piel por una guerra que no entendemos y con el alma en vilo por saber si esta noche, en la que estamos disfrutando de algo de comida caliente, será la última antes de perecer por una mina antipersona, un proyectil de obús o por quedar atrapado en alguna desafortunada alambrada de espino en tierra de nadie. Una sensación esta en la que viene a abundar el soberbio trabajo a los lápices de Joe Colquhoun, un dibujante «british» de los pies a la cabeza —quien vea estas páginas y tenga un mínimo de formación en esto del mundillo de la viñeta sabrá inmediatamente en qué escuela se forjó el artista inglés— que, con el oxímoron que es la limpia suciedad de su trazo, retrata a la perfección personajes, expresiones y sentimientos, uniformes, armas, localizaciones y todo lo que se le ponga por delante, elevando lo que ya era un producto soberbio a la categoría de ESPECTACULAR.
La Guerra de Charley. El Chico Soldado
- Autores:Pat Mills y Joe Colquhoun
- Editorial: cARTEm cómics
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 320 páginas
- Precio: 39.95 euros