'La Cosa: La hora de las tortas', hostia que va, puñetazo que viene

Aunque sólo sea por su dibujo, siempre es un gustazo acercarse a las páginas a las que pone talento y pasión Steve Skroce. A fin de cuentas, el que fuera responsable de los storyboards en la trilogía Matrix, alumno aventajado como siempre ha sido del detallismo oligofrénico de Geoff Darrow, tiene en su haber alguna que otra lectura de esas que recomendaríamos sin miramientos, como el ‘We stand on guard‘ junto a Brian K. Vaughan o esa gamberrada plagada de humor que fue ‘Maestros‘. Pero, claro está, una cosa es Skroce gozando de plena libertad para poder hacer lo que le plazca bajo el emblema de Image y otra muy diferente el que, a priori, cabría pensar que vamos a encontrar aquí, alumbrado con el sol blanco y rojo de Marvel. Más, curiosamente, y siempre moviéndose en términos de la corrección que uno espera de un divertimento salido de la Casa de las Ideas, Skroce se las apaña para cuajar una miniserie que, sin pretender cambiarte la vida —a estas alturas ¿qué tebeo de superhéroes podría vanagloriarse de lograr tal hazaña?— consigue de manera precisa algo que, quizá no esté llamado a pasar a los anales de la historia del noveno arte, pero nos vale cuando sabemos lo que tenemos entre manos: divertirnos y hacernos reír. A ver. Siendo francos. ¿Esperabais algo diferente de un tebeo que se llama ‘La Cosa: la hora de las tortas‘? Pues eso…

Introducido, y bajo la constante mirada de uno de los Vigilantes —en boca de quien Skroce pone los soliloquios más hilarantes de todo el conjunto—, lo de menos en una lectura como esta es lo que vaya pasando. Que sí, que el vecino más famoso de Yancy Street y su colega esmeralda pasean palmito por diversas localizaciones del multiverso haciendo lo que mejor saben hacer —spoiler: machacar—. Que sí, que Skroce se harta de poner diálogos absurdos en boca de sus actores principales para dar algo de enjundia a una lectura que, de otra manera, nos duraría en las manos lo que un suspiro. Que sí, que el tebeo es variado a más no poder y jamás, a lo largo de sus 120 páginas, aburre lo más mínimo. Pero convendréis conmigo, si os lo habéis leído o tenéis muy claro por qué derroteros se mueve la Marvel actual, que los términos que mejor funcionan con el volumen son los de diversión e intrascendente. Que, a ver, como se diría ahora coloquialmente: «Ni tan mal ¿eh?». Que pasearse por estas páginas es garante de pasárselo bomba con las ocurrencias de Skroce, con la desopilante trascendencia del vigilante —esa referencia a ‘Juego de tronos’ es impagable— y, por supuesto, seamos honestos, con las tortas que reparten sin miramientos Ben Grimm y Bruce Banner…bueno, sus alter egos. Y eso, queridos lectores, es mucho más de lo que hoy en día cabe encontrar en el tebeo medio marvelita. ‘Nuff said!!!!