'La cábala Pinkerton. Nieve roja', dos contra el mal

Después de habernos ofrecido sus muy elocuentes ideas para salvar el mundo del cómic en ese elocuente y muy locuaz ensayo gráfico que fue ‘Cómo salvar a la industria del cómic (sin tener ni puta idea)‘, Javier Marquina vuelve por las andadas que ya le vimos en ‘Ilsa‘, esto es, mezclando géneros y referencias en un único espacio que, a resultas de la suma, tendría que devenir en algo completamente nuevo. En ‘Ilsa’, el mash-up de influencias no le salía del todo atinado y, aún así, como ya dijimos en su momento, el tebeo era una lectura la mar de entretenida que, sin duda, funcionaba mejor en los momentos en los que se podía señalar de dónde había sacado el YouTuber y guionista la idea correspondiente. Mucho más sutil aquí que en esa instancia previa de su tebeografía, ‘La cábala Pinkerton: Nieve roja‘ no oculta en ningún momento cuáles son las fuentes de las que bebe, dejando claro, no ya los géneros que la inspiran —el western, el terror— sino acotando dichas citas a instancias tan concretas como ‘The 6th gun’, la serie de Cullen Bunn, o el universo de H.P.Lovecraft —cuya huella se puede sentir, a su vez, en la propuesta del guionista estadounidense.

Tan enrevesado círculo nos deja un relato en el que dos miembros de una rama secreta de la legendaria agencia de detectives privados Pinkerton, llegan a las latitudes más nórdicas de Estados Unidos —las de Alaska, para los que se pierdan con la geografía del país— para intentar evitar que un par de individuos convoquen a unas fuerzas primigenias que quieren volver a tomar posesión de nuestro planeta. Puro Lovecraft. Si a eso le añadimos el marco temporal de principios del siglo XX y la ambientación de relato del far west —que se completa con la inclusión de un indígena de las tierras de Alaska en lugar de un nativo americano emplumado y de piel roja—, tenemos un conjunto que, adoleciendo quizá de un dibujo del que lo mejor que se puede decir es que es efectivo de principio a fin, deja mejores impresiones que el ‘Ilsa’ en cuanto a que denota mayor compacidad en el maridaje de sus diferentes mundos. La duda que nos queda ahora es si, en su próximo proyecto, Marquina se atreverá a dar el salto a un mayor nivel de originalidad y dejará de lado esa zona de confort que, sin duda, provee el echar mano de referentes más que establecidos. Esperemos que así sea, que ya tenemos ganas de leerle ese algo que, seguro, aguarda a que su talento le dé forma.