Con sólo cinco obras en su haber, a saber, ‘La guerra del profesor Bertenev’, ‘Café Budapest’, ‘Dublinés’, ‘La ruta Joyce’ y ‘El otro mar’ —todas ellas publicadas por Astiberri menos la primera, que vio la luz bajo el sello de Dolmen— es bien evidente que el nombre de Alfonso Zapico estaba ya más que consagrado como uno de los mejores autores con los que cuenta nuestra producción tebeística antes de que, hace dos años, el artista asturiano se embarcara en la construcción de la que, a todas luces, se iba a tratar de su título más ambicioso; un calificativo éste que ya cabría haber aplicado a su magistral ‘Dublinés’ pero que con ‘La balada del norte’ adquiría y adquiere nuevos matices que hacen de esta reconstrucción de la revolución obrera asturiana de 1934, como afirma Javier Pérez de Albéniz en el prólogo del segundo volumen, «el gran festín de la novela gráfica española».
Y es que las casi quinientas páginas que conforman lo que hasta ahora hemos podido leer de ‘La balada del norte’ —a los dos tomos inicialmente propuestos por el autor va a terminar sumándosele un tercero que rematará el relato— son, tanto una reivindicación por todo lo alto de las señas de identidad que separan al tebeo español del que se hace fuera de nuestras fronteras, como una sonora celebración del inmenso talento que Zapico ha sabido demostrar ante la página en blanco, quizás no desde la bisoñez de su primera obra, pero sí desde el sorprendente salto de madurez que daba cuando nos ofrecía en 2008 ‘Café Budapest’ y desde la aún más portentosa evolución que sufría cuando ‘Dublinés’ irrumpía en la escena tebeística nacional tres años más tarde.
El control cada vez mayor sobre la configuración de la página, la estructura narrativa, el tempo de la acción y el extremo mimo por el detalle que trascendía de las pequeñas viñetas de ‘Dublinés’ dotaba al repaso de la vida de James Joyce de ciertas cualidades de grandeza que sólo están al alcance de unos pocos «iluminados», esos que han sido tocados por la gracia de alguna musa y que transitan por senderos paralelos al del resto de unos mortales a los que lo único que nos resta hacer es dejarnos sorprender y maravillar por un talento sin par que, como decía antes, alcanza nuevas y asombrosas cotas en las páginas de la ambiciosa ‘La balada del norte’.
Usualmente, cuando el término ambición aparece en un texto crítico, es para menospreciar de un modo u otro a la obra que sea por haber pecado de querer ser algo que finalmente no es. Pero eso no sucede en ‘La balada del norte’. Es más, si no hubiera sido por dejarse llevar por la nobleza que reside en tan demonizado término —porque la hay, no toda ambición tiene porqué acarrear connotaciones negativas— es probable que no tuviéramos en nuestras manos los dos volúmenes de esta magna obra y que, por supuesto, no estuviéramos esperando como agua de mayo un tercero que, probablemente, aún tardaremos un par de años en poder disfrutar. De hecho, si hay una sensación clara cuando uno pasa del primer al segundo volumen es que, en cierto modo, los acontecimientos que Zapico plasma aquí toman vida propia y arrebatan al asturiano el control que había ejercido sobre ellos en su predecesor, exigiéndole sin remisión más espacio para poder «respirar» como es debido.
Acaso donde de forma más notable pueda palparse esa exigencia es en la muy ostensible diferencia en la cualidad gráfica que separa a las páginas del primer tomo de la historia de aquellas que podemos ver en el segundo. Si sois de los que habéis seguido la trayectoria de Zapico, baste decir que las correspondientes a la primera entrega seguían las mismas pautas que el autor marcó con ‘Dublinés’, con esas menudas viñetas que comentaba antes y un enorme control sobre el trazo, y que las que podemos ver en el segundo parecen herederas de lo que pudimos verle en ‘Café Budapest’, más grandes y caracterizadas con un trazo más compulsivo, menos controlado. Quizá la diferencia entre una y otra no se note en exceso en la imagen comparativa superior, pero creedme cuando os digo que, sin perder un ápice de su más que reconocible estilo, parece que la pasión con la que se zambulle en los acontecimientos que aquí se nos acercan puede con toda contención y libera la mano del artista para que recorra la superficie blanca del papel con desaforado sentimiento.
Sin que ello suponga, ni mucho menos, un descenso de calidad —aquí entrarían, sin más, apreciaciones sobre cuál de los «dos Zapicos» nos parece mejor— es en la precisa reconstrucción histórica que el autor hace de la revolución obrera en plena Segunda República, de lo que en ella se comenzó a vislumbrar sobre la inminente Guerra Civil —por alguna página se deja ya ver a Francisco Franco— y de la forma en que convulsionó a la sociedad de la época donde, junto a la construcción de unos personajes fascinantes, poseedores de voces que nos transportan de inmediato a ochenta años en el pasado, ‘La balada del norte’ conquista, conmueve, emociona y fascina. Si a la intensidad con la que se dan dichos sentimientos, se suma la precisión con la que el dibujo ayuda a viajar a aquella época —la descripción de las minas es acongojante—, supongo que a nadie le resultará extraño el que afirmemos de forma categórica el estar ante uno de los tebeos del año. ¿He dicho del año? Perdón, quería decir ¡¡de la década!!.
La balada del norte vols. 1 & 2
- Autores: Alfonso Zapico
- Editorial: Astiberri
- Encuadernación: 2 vols. Cartoné
- Páginas: 232 /256 páginas
- Precio: 17,10 euros c/u en &