¿Os acordáis de lo que era comer los chicles Boomer o Cheiw cuando éramos pequeños? Cuando te lo metías a la boca, la primera sensación era la mejor: con todo el sabor que prometían los paquetes y mucho más. Pero, a medida que alargabas la experiencia de mascar chicle, no es que el sabor desapareciera, sino que la goma se iba transformando en un engrudo inclasificable hasta acabar dando más asco que otra cosa.
Sin llegar a esos extremos, algo parecido le pasa a Justicia, la maxiserie de doce episodios que firmaron Krueger, Braithwaite y Alex Ross, y que acaba de terminar en España. Cuando está de por medio el nombre de Alex Ross, responsable entre otras cosas de Kingdom Come, uno ya sabe que el aspecto gráfico va a ser impecable. Ross borda el diseño de personajes, aunque hay quien piensa que su estilo es demasiado hierático como para dar vida a las páginas interiores de cualquier historia. Vamos, que para portadas es perfecto y para el resto es mejor que les dejen a otros.
Personalmente, no estoy de acuerdo: cierto que Ross peca de estatismo, pero en tebeos como Justicia, donde la espectacularidad de las páginas prima por encima de cualquier otra cosa, sus lápices brillan a la altura de lo esperado y deberían contribuir a hacer una buena obra de superhéroes. Aquí pasa en los cuatro primeros números de la saga.
Poco a poco, sin embargo, como el sabor del chicle, el cómic se va diluyendo. La saga se hace tremendamente pesada, hasta el punto de que hay números en los que uno, como lector, desearía que la historia se hubiese comprimido. No acabo de entender por qué Justicia no se dejó en 8 números, o en sólo 6, cuando la historia no pedía más.
Claro, la primera conjetura al respecto es obvia. Alex Ross es un dibujante capaz de subir las ventas de un cómic por el simple hecho de que la portada sea suya, así que si se pone a dibujar toda una saga, a los editores los ojos les tiene que hacer chiribitas. Pero para el lector, el camino acaba por hacerse demasiado largo.
Repito que el comienzo es impresionante. Quizás la premisa no sea muy novedosa (todos los villanos que odian a la JLA se unen para derrotarla), pero hay puntos de interés especiales (esta vez, lo hacen porque han soñado que con los superhéroes vivos, la tierra sufrirá la peor catástrofe de su historia) y una intensidad que, poco a poco, se van dejando atrás sin demasiado interés en desarrollarlos.
Y si el inicio de la saga, con los ataques y las muertes de algunos héroes, tiene ritmo e intención, a partir del sexto número todo decae: los enfrentamientos comienzan a repetirse, la historia no avanza y todo lleva cierto aire de «dejemos a Ross que se luzca». Un final anticlimático hace el resto.
Así que nada: si Ross no os gusta, huid de la serie. Si os gusta, pero queréis leer un buen cómic, con un guión sólido, huid de la serie a partir del quinto número. Y si eso no os importa tanto y queréis disfrutar de los dibujos de Ross y Braithwaite sin que os importe que, al final, Justicia haga aguas, echadle el guante.
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