'Jupiter's Legacy. Réquiem', por debajo de lo esperado

Lo hemos dicho más de una vez…de hecho lo hemos dicho siempre que el nombre de Mark Millar ha aparecido por estos lares: adoramos al guionista escocés y nos parece que, salvo un par de ocasiones, todo lo que ha publicado, tanto en DC y Marvel como en solitario en Image, es de una imaginación y una calidad indiscutibles. Pero hasta los genios tienen malos días, y a ese par de ocasiones que hasta el momento habían quedado representadas ostensiblemente por ‘Sharkey‘ y en muy menor medida por la desangelada secuela de ‘American Jesus‘, viene ahora a añadirse esta muy trasnochada y poca agraciada continuación de la enorme ‘Jupiter’s Legacy‘, una continuación que aparecía en Estados Unidos casi al mismo tiempo que se estrenaba la esperadísima adaptación de Netflix de la cabecera y que parecía presagiar el desastre en el que terminaría convirtiéndose una traslación a la pequeña pantalla de la más insulsa y olvidable. Algo de eso —énfasis en algo— es lo que cabe encontrar en este ‘Réquiem’ que nos lleva varias décadas al futuro de la saga de superhéroes y que está herido de muerte nada más empezar porque, sí, nos gusta Tommy Lee Edwards pero, ¿a quién en su sano juicio se le ocurre no contar con Frank Quitely para rematar la faena?

Sabemos que Millar y Quitely están enfrascados en un proyecto ultra-secreto del que todavía nada ha trascendido, pero lo cierto es que el trazo sucio de Edwards, no sólo es que contraste en exceso con el de Quitely —o el de Wilfredo Torres, el dibujante de ‘Jupiter´s Circle‘, la estupenda precuela de la serie central— sino que su forma de definir a personajes resulta la menos idónea para hacerse con los mismos, algo que se agrava, y de qué manera, cuando ni siquiera es él, sino un sosias suyo llamado Matthew Dow Smith el que remata la faena en un primer arco argumental que, a nivel visual, es un monstruo de Frankenstein muy poco agraciado. Un adjetivo éste que cabe asignar también al trabajo de un Millar que parece haber agotado los recursos que caracterizaron al nervio de la serie central y lo imaginativo de su precuela, reservando para ésta algún que otro golpe de efecto que no llega a causar toda la impresión que sería deseable —el tono épico intergaláctico del conjunto no cuaja ni de lejos— y nos deja con el gesto adusto y la clara impresión de que, para esto, mejor nos quedamos con lo que ya teníamos.