En términos argumentales, ‘Fourmies la roja’ no es más que una pequeña anécdota, una nota al pie de la Historia con mayúsculas, un apunte pasajero en una clase sobre los muchos movimientos que, con el avance de la Revolución Industrial y la dureza del trabajo que la misma llevó de la mano, comenzaron a clamar por mejores condiciones de trabajo y unas jornadas que no fueran como la que se daba en la pequeña localidad francesa: 12 horas diarias, 6 días a la semana para un salario exiguo. Pero, considerando lo que Alex Inker pone en juego en las páginas de esta reconstrucción de aquél infame 1 de mayo de 1891 en el que el ejército abrió fuego sobre trabajadores que se manifestaban por un futuro más digno, matando a nueve de ellos e hiriendo a treinta y cinco más, poco importa el protagonismo de ese día del trabajador en los libros de Historia cuando lo que leemos, plasmado con una impronta gráfica brillante, nos atrapa irremisiblemente de principio a fin.
El trazo inquieto de Inker —que personalmente me recuerda a los bocetos de Toulouse Lautrec—, manchado tan sólo con el rojo de los ladrillos, los uniformes y el cabello de la pecosa «protagonista», compone unas planchas que se dimanan cierta furia, cierta compulsión por arremeter contra el lector para que éste no pueda permanecer indiferente. Y a fe mía que lo consigue. Como decíamos, desde que el relato arranca hasta que finaliza de forma truculenta, no ha habido tiempo de mucho desarrollo de personajes, pero sí el suficiente para que entendamos las posturas de unos y otros, la ideología base que subyace en todo el conjunto y para que se genere cierta necesaria empatía que nos lleve a preguntarnos la eterna cuestión de ¿por qué las armas cuando existe el diálogo?
Fourmies la roja
- Autores: Alex Inker
- Editorial: Ponent Mon
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 112 páginas
- Precio: 20 euros