‘Desde el más allá y otras historias’, puro Lovecraft

Dejemos que sean unos sucintos datos los que, de manera bastante elocuente —y, por qué no, contundente— hablen por sí solos sobre las razones que deberían respaldar el que prestarais mucha atención a esta nueva edición de ‘Desde el más allá y otras historias’. ¿Nueva? Sí, nueva, 3ª en rústica y quinta de las que el volumen firmado por Erik Kriek y publicado en nuestro país por La Cúpula ha conocido desde que viera la luz por primera vez en cartoné allá por 2012. Desde entonces, 2013, 2014, 2017 y el presente año se han engalanado con una renovación de la confianza de la editorial barcelonesa por el sólido y espectacular trabajo que el neerlandés lleva a cabo en la adaptación de los cinco relatos que, firmados originalmente por el más famoso hijo de Providence, nunca han lucido mejor en las páginas de un tebeo.

Tanto es así, que a título personal, y siendo esta ocasión la tercera o cuarta lectura que acometo a las 120 páginas que conforman el libro, son las tonalidades de gris, los agradables lápices y portentosas tintas de Kriek y la precisa manera en la que se apropia de los textos originales, los que figuran en mi imaginario incluso por delante del trabajo del propio Lovecraft a la hora de describirnos ese color de otro mundo que cae sobre la tierra, esos seres de otras dimensiones que reptan y sisean desde las sombras para alimentar nuestras peores pesadillas o esos primigenios de nombre casi impronunciable —¿de cuántas formas diferentes habremos escuchado enunciar Cthulhu a lo largo de nuestras vidas?— o esos casuales observadores que, sin comerlo ni beberlo, se ven atrapados en la odisea de sobrevivir al culto de Dagón o al mal que se cierne sobre Innsmouth.

Como digo, la precisión con la que Kriek hace suyas las rebuscadas formas de Lovecraft es el mejor y más sobresaliente aspecto de unas páginas a las que dicho calificativo se ajusta como un guante: no hay nada aquí, absolutamente NADA, que no hable a voz en gritos de la maestría de su autor, del completo dominio de las formas narrativas, de la capacidad para capturar al lector y que éste no se mueva de su asiento —y casi no respire por miedo a que algún ser lleno de tentáculos lo escuche— y de elevarse, ya lo apuntaba antes, como el que mejor ha sabido entender en viñetas lo que el creador de una de las mitologías más fascinantes del s.XX puso sobre papel hace cosa de cien años.