'Blackhand Ironhead v.2', a contrapié del dicho

Por si no es evidente, eso de que «segundas partes nunca fueron buenas»...lo del dicho del titular

Desde que Panel Syndicate arrancó con la magnífica ‘Private Eye‘, si bien lo que el sello digital de Brian K. Vaughan y Marcos Martín nos ha traído no ha resultado en su totalidad tan absolutamente imprescindible como aquél primer título —cuidado, aquél primero y otros que llegarían para subirse al mismo carro—, es incuestionable que lo que han ido ofreciendo entronca, en su globalidad, en la categoría de lectura que hay que hacer y que resulta entretenida a rabiar, como el ‘Umami‘ de Ken Niimura o el ‘Bad Karma‘ de Alex de Campi y, sobre todo, que hay 6 proyectos que todo amante del tebeo debería tener en su tebeoteca sí o SÍ. Porque, a ver, si os digo la citada ‘Private Eye’, ‘Barrier‘, la magnífica ‘Friday‘ —de la que, esperamos, no tardaremos en hablar en condiciones—, esa historia corta y brutal dentro del universo de ‘The Walking Dead’ que es ‘The Alien‘ o la inabarcable obra maestra que supone el trabajo de Albert Monteys en ‘¡Universo!‘, creo que pocos argumentos se pueden esgrimir en contra del enorme aprecio que tenemos al sello, ¿no?

«Pero, un momento, ¿no habéis dicho seis? Sólo contamos cinco»…malditos, no se os escapa ni una.

El sexto en discordia, como podréis imaginar, es este ‘Blackhand Ironhead‘ de David López que ya nos cogió con a contrapié en su primer volumen y que, ahora, con una segunda entrega que huele a la legua a instancia intermedia de una más que probable trilogía —¡¡qué nos gustan las sagas, coñe!!—, vuelve a dejarnos maravillados, lo cojamos por donde lo cojamos. Cierto es que, donde más nos maravillan las páginas del volumen publicado por Astiberri es en la faceta de dibujante de David López: pasear la mirada por las planchas apaisadas de esta continuación es tener que asombrarse y quedarse estupefacto una y otra vez ante la fluidez extrema de la narrativa del artista español, ante la capacidad para dar con soluciones compositivas que alternan estructuras estándar con otras que nada tienen que ver con las potenciales constricciones de dicho término y, por encima de ambos valores, ante la plasticidad de un trazo que da, si tal hazaña es posible, un considerable salto cualitativo en estas casi 200 páginas con respecto a sus predecesoras, conformando un volumen que es de esos que merece la pena, y mucho, leer primero con la intensidad que demanda su imparable guión y, después, con la historia ya devorada, volver a revisar con calma para aprehenderse de la inagotable riqueza de matices que habita en sus viñetas.

«Bonita de ver a rabiar», esta segunda parte sigue a Amy y Alexia tras todo lo acontecido en la primera entrega, con las dos hermanas tratando de deshacer, de una vez por todas, el entramado de corrupción que su padre y otros muchos héroes construyeron a su alrededor para venderle al público una verdad que no era tal: con los cimientos del mundo donde se desarrolla la acción perfectamente dispuestos en el primer volumen, López dedica éste, de una parte, a la introducción de algún que otro MUY afortunado nuevo personaje —y aquí no sabríamos si quedarnos con el hallazgo que es Rey Gladiador, o el hallazgo que también supone Rick, el primo de Amy, o el ENORME hallazgo que conforma Rainbow— y, de la otra, a que todo vaya como un tren de alta velocidad hacia una conclusión que, no por esperada, resulta ni de lejos menos efectiva.

Si antes decíamos que dicha conclusión huele, por aquello que deja sin resolver, a una tercera parte de las aventuras de Blackhand y Ironhead, quizá deberíamos matizar que más que una apreciación, lo que ocultan nuestras palabras es el ferviente anhelo de que David López tenga ideas, no sólo para una tercera, sino para una cuarta, una quinta o una sexta entrega si cabe y, realmente la cosa da para tanto. Nosotros, que estamos enamorados de pies a cabeza de la serie, deseamos creer que sí, que da para muchísimo. Esperemos que nuestros deseos se hagan realidad.