Cualquiera que alguna vez se haya interesado por los muy diversos avatares que rodearon a la producción de alguna de las cintas de la saga de Alien inaugurada en 1979 por la mítica cinta firmada por Ridley Scott, se habrá topado de bruces, indudablemente, con todo lo desastroso que envolvió a la pre-producción, rodaje y post-producción de la tercera entrega de la franquicia del xenomorfo. Podría aburriros aquí y ahora con datos mil acerca del infierno que supuso para David Fincher acudir a plató todos los días, de las incontables injerencias en las que incurrió la Fox para terminar liberando un filme que fue un desastre y veneno para la taquilla o, en los términos que hoy nos interesan, en los muchos tratamientos que hubo de la historia —¿quién no ha oído hablar de Vincent Ward y su satélite artificial de madera habitado por unos monjes de clausura— y los infinitos borradores del guión que, de un día para otro, cambiaban el curso de una tercera parte que nunca debió haberse llevado a cabo en las paupérrimas condiciones que lo hizo; pero prefiero no hacerlo y centrarme en un nombre, William Gibson, y en una editorial, la Dark Horse que posibilitaba el pasado 2019 el que, veintiséis años después del estreno de la mutilada cinta de Fincher, pudiéramos acercarnos a una de las muchas ideas que se barajaron para el libreto de ‘Alien 3’ y nunca llegaron a buen puerto.
Como tal, el guión de Gibson, el mítico literato padre del cyberpunk, es una criatura bicéfala: por un lado, trata de echar mano de los mínimos elementos que le hagan falta para que su Alien se sienta como parte de la franquicia y se entienda como continuación de la anterior; por el otro, centra sus esfuerzos en introducir gran cantidad de nuevos personajes e indagar mucho más en la biología del letal alienígena para dar con ideas que se mueven entre lo brillante y lo descabellado. Bajo la primera premisa, Gibson desecha la opción de hacer pasar a Ripley por un tercer quinario, y son Hicks, y sobre todo Bishop, los personajes que sirven para enlazar a esta tercera parte con la magistral cinta de James Cameron. Pero es la segunda la que realmente interesa al escritor y en la que vuelca mayor empeño, enfrentando a dos facciones que buscan controlar el poder que reside en el ADN del «bicho» de formas muy diferentes, y aumentando en dicho proceso el telón de fondo futuro sobre el que se desarrolla la franquicia.
Llegado el momento, y abandonando el hálito de «seriedad» y cierto verismo que lo ha caracterizado hasta entonces, el relato tejido por Gibson se da a la fantasía pura y dura y, por ese derrotero, sirve de precedente no pretendido de las tonterías que tendríamos que aguantar cuando Joss Whedon y Jean-Pierre Jeunet se hicieron cargo de la saga en ‘Alien: Resurrección’ —sí, queridos lectores, el gurú del Universo Marvel Cinematográfico firmó aquél esperpento de guión— al meter con calzador algunas de las ideas que se desarrollarían en la comedia espacial con trasfondo de ciencia-ficción en que se convirtió la cinta del francés. Adaptado aquí por un Johnnie Christmas que hace las veces de guionista y dibujante, y no siendo particularmente brillante en esta segunda faceta —el estadounidense cumple lo justo en los lápices— ‘Alien 3. El guión no filmado’ se alza a la postre como una enorme curiosidad para los muy cinéfilos del lugar que, probablemente legión, quieran asomarse a una suerte de «what if?»; un pudo haber sido y no fue de esos que tanto apreciamos los amantes del tebeo y que, si algo sirve para demostrar es, una vez más, la inabarcable grandeza de dos películas, las del 79 y el 86, entronizadas desde hace tiempo como incontestables pináculos de la ciencia-ficción de nuestra era.
Alien 3. El guión no filmado
- Autores: William Gibson y Johnnie Christmas
- Editorial: Norma Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 136 páginas
- Precio: 17,57 euros en