No sé si todos los que habéis leído ‘Fábulas‘ coincidiréis conmigo en que, tras los primeros 50-60 números, la magnífica idea con la que Bill Willingham había arrancado la serie cinco años antes comenzó a desinflarse a pasos agigantados y que, salvo un pequeño repunte de calidad de cara al número 100 (y el arco argumental que llevaba a éste), las aventuras de los personajes de cuento en el mundo real tiempo ha dejaron de ser interesantes.
Y no sólo eso, sino que, en ese ineludible intento de exprimir la premisa de partida al máximo, el primer spin-off de ‘Fábulas’, la olvidable ‘Jack of Fables‘ no lograba atesorar ni un ápice de lo que la cabecera madre si tenía en esos momentos. Un hecho este último que hacía que me aproximara a la lectura de ‘Fabulosas’ con bastantes reticencias y una fuerte carga de escepticismo.