‘Viajes’, trotamundos

De manos de esa «trilogía» INDISPENSABLE y MAGISTRAL que conforman ‘Cenizas’, ‘Murderabilia’ y ‘Rituales’, Álvaro Ortiz se ha ganado la admiración de muchos lectores —huelga decir que me cuento entre ellos, ¿no?— que ven en él una de las voces más frescas y personales del cómic patrio: su capacidad para narrar historias atípicas con personajes atípicos e impregnarlas de un aroma cinematográfico alucinante es sólo una de las muchas virtudes que la terna de novelas gráficas atesoran como denominador común. Es escandalosamente obvio pues que, recurriendo a un comentario que aparece con insistencia por estas líneas, ante el anuncio de un nuevo volumen firmado por el artista zaragozano, la anticipación ante lo que podíamos encontrarnos, por mucho que en esta ocasión no se tratara de un relato de ficción, hiciera que la espera se eternizara sobremanera por muy breve que fuera…que lo fue, para qué engañaros.

Insistamos de nuevo en lo que apuntaba hacia el final del párrafo anterior: ‘Viajes’ no es una obra de ficción salida de la fértil imaginación de Ortiz, antes bien, lo que recogen las 312 páginas del volumen publicado por Astiberri son los diarios de que el autor ha ido llevando desde el arranque de la década en sus desplazamientos a puntos de la geografía mundial tan diversos como Estados Unidos, Noruega, Kenia, México o Italia. Diarios que, como otros que hemos podido ver a lo largo de los últimos años —me viene a la cabeza el que la editorial bilbaína editó sobre los pasos que Alfonso Zapico recorrió para coser su asombrosa ‘Dublinés’ o aquél que recogía las impresiones de Miguel Gallardo y Paco Roca en su ‘Emotional World Tour’—, se mueven por derroteros que, ora se «limitan» a capturar de forma compulsiva la realidad del momento que rodea a Ortiz, ora nos trasladan pensamientos y reflexiones sobre el estado de ánimo que le acompaña o se ciñen a hacernos partícipes de alguna de las incontables anécdotas que tanto viaje tiene que llegar a provocar.

El resultado, como no podía ser de otra forma firmando quien firma, es una lectura amena hasta decir basta, divertida a raudales, fresca —lo sé, lo he utilizado antes—, llena de ritmo aunque en ningún momento la intención sea la de buscar un ritmo narrativo por la propia idiosincrasia del proyecto y que, en última instancia, nos permite conocer un poquito mejor a un autor por cuyas obras bebemos los vientos. Y cerramos con un comentario a los responsables de Astiberri: mientras sean de esta misma personalidad, que no falten los cuadernos de viaje editados de quiénes tengáis a bien traernos. Aquí los esperaremos con los brazos abiertos.