‘Solos. Tomo 1’, el mundo es de los niños

Quién de vosotros no ha sido niño y ha deseado que esos seres mandones, que no nos daban chocolate cuando lo pedíamos, que nos mandaban a la cama a la mínima de cambio, que siempre andaban detrás nuestra para que estudiáramos, que no sabían de qué diantrés les estábamos hablando cuando le contábamos la increíble aventura que acabábamos de vivir entre la cocina y el cuarto de baño y que ponían cara de pocos amigos cuando íbamos a ellos con nuestra más angelical sonrisa….¿quién no ha deseado que los adultos desaparecieran, aunque sólo fuera por un rato?. A ese ardiente deseo, que todo niño ha vivido alguna vez, es al que dan respuesta Fabien Vehlmann y Gazzotti con ‘Solos’, una serie que en el país vecino ya lleva publicados ocho álbumes y de la que Dib-buks nos hacía llegar hace unos meses un primer recopilatorio que reúne los tres iniciales.

Tres álbumes que dejan un sabor de boca espléndido y que confirman a Vehlmann como uno de los guionistas más interesantes que hoy por hoy podemos encontrar al otro lado de los Pirineos. Y es que el escritor no limita su trabajo a cumplir sin más, como suele pasar en aquellas historias con premisas de partida tan curiosas y con tanto potencial como ésta, ofreciendo un relato que mezcla con precisión un magnífico tratamiento de los cinco niños protagonistas —atención especial merece el «cabecilla» del grupo— con una acción que nos mantiene intrigados, que va discurriendo sin prisa pero sin pausa y que nos lleva de la mano a una hipotética situación que, por completo fantástica, resulta aterradoramente plausible en sus manos.

A que la cercanía de los chavales y su sufrimiento no termine disminuyendo ayuda el dibujo de Gazzotti, que con ese trazo de clarísimas reminiscencias a Franquin, se gana la inmediata simpatía del lector, ya sea éste aquél que es capaz de ver la figura del maestro belga, ya el neófito que se va a encontrar con unas páginas en las que se conjugan estupenda definición de personajes con narrativa fluida y correcto tratamiento cromático. En definitiva, que desde aquí instamos a Ricardo Esteban —como ya hemos hecho muchas otras veces— a que no se demore mucho en seguir descubriéndonos lo que les pasará a este grupo de chavales en un mundo sin adultos.