‘Solo. Mundo caníbal’, inesperado ¿reencuentro?

Ya había aplaudido el que, allá por el pasado mes de octubre, Panini —bajo su sello Evolution Comics y en colaboración con Ominiky Ediciones— reeditara los tres álbumes que conformaban ‘Solo: Los supervivientes del caos’ en un magnífico integral que se completaba con unas muy jugosas páginas de variados extras y que rescataba el material previamente publicado por la desaparecida Edicions de Ponent. Continuado cuando, sólo un mes después, la editorial anunciaba la salida, también en formato integral, de la historia con la que Oscar Martín había comenzado todo a finales de los noventa, el aplauso se convirtió en descomunal sorpresa al abrir las páginas del volumen que hoy os traemos: lo que servidor esperaba encontrarse en él, advertido por la ficha técnica de la página de Panini, era una reedición en color de aquello que, de nuevo, Edicions de Ponent había ya reunido bajo un único tomo en tapa blanda en 2007; lo que no podía imaginarme era que, en lugar de algo que ya hubiéramos agradecido sobremanera los seguidores de las salvajes aventuras post-apocalípticas de esa carismática rata que es Solo, lo que Martín nos iba a ofrecer era un reboot en toda regla de su trabajo previo, completamente redibujado y reestructurado para la ocasión.

Con menos páginas que la historia original y con una completa revisión de la narración para corregir ciertos errores o mejorar de forma alucinante un tebeo que ya era, en lo gráfico, para caerse de espaldas; la primera pregunta que uno se hace al comparar las dos versiones de ‘Solo. Mundo caníbal’ es obvia, ¿cuál de las dos es mejor?. La respuesta, zafándonos de la molesta nostalgia, es catégorica: la nueva. Y maticemos. Si bien en lo argumental ambas cojean del mismo pie, y lo arquetípico de una historia que se ancla firme a los modelos establecidos por el cine en mundos como los de Mad Max sigue sin ofrecer muchas sorpresas más allá de su tremebunda conclusión —que se mantiene tal cual con su demoledora personalidad—, es el dibujo de Martín de tal calado, que cualquier apreciación negativa hacia qué cuenta ‘Solo. Mundo caníbal’ queda diluida por el cómo se cuenta.

Dos décadas dan para mejorar, y mucho, no tanto en lo que respecta al dibujo de forma estricta, si no a cómo se configura éste para narrar una historia. Sí es cierto que el trazo de Martín, marcado a fuego por su bagaje como dibujante de animación, se nota aquí mucho más suelto y dinámico que el que viéramos en la «versión original» de estas páginas, pero donde realmente gana considerables enteros la lectura es en la arquitectura interna de las viñetas, en la manera en que se relacionan entre sí en ese todo que es la página y, qué duda cabe, en un uso del color basado en tonalidades térreas y grisáceas que nos hace sentir el polvo y la contaminación de ese mundo asolado en el que sólo los más fuertes sobreviven. Un mundo que, revisitado por la firme voluntad de un autor de mejorar pretéritos esfuerzos, se nos presenta ahora más atractivo e imprescindible que nunca.