Rellenando huecos del coloso esmeralda y el trepamuros

En la modesta opinión de mero lector que lleva años dedicándose a esto de opinar sobre tebeos, no es un buen indicador de la salud de las ideas que maneja una editorial X cuando, para tratar de generar beneficios, tiene que recurrir a artimañas como las que representan las dos propuestas de Marvel que hoy os traemos: viajar al pasado de la historia de su universo a dos instantes en los que las ventas de las cabeceras de turno eran magníficas y meter con calzador un pequeño arco argumental que, por su propia condición de partida, sabemos de sobra que no va a cambiar nada en absoluto de lo que ya sabemos. Esto coloca a ‘Hulk: Joe Arréglalo‘ y a ‘Spiderman: la cacería perdida de Kraven‘ en la misma línea de futilidad que, por ejemplo, la trilogía de las precuelas de ‘Star Wars‘, añadiendo un agravante con respecto a éstas: si en las cintas dirigidas por George Lucas había opciones a introducir elementos que no aparecían en la trilogía «original», aquí se juega a injertar en un tejido plenamente establecido con una continuidad y lógica internas más o menos sólidas dependiendo de la colección —más en el Hulk de Peter David, menos en el Spiderman de J.M. De Matteis— un esqueje que se nos antoja desnaturalizado y que no genera los frutos que uno, como mero lector, desearía…más allá del mero entretenimiento, claro.

Porque si tanto una como otra miniserie proveen de un rato de lectura agradable y entretenido, es también demasiado obvio que, a la par, son completamente intrascendentes, algo que sólo nos molesta con la historia que De Matteis inventa para enfrentar a Spiderman a un heredero del «cazador» poco después de que la legendaria última cacería de Kraven tenga lugar en la serie del trepamuros; pero que nos parece algo más que una mera molestia cuando es David claudica para escribir cuatro números que nada añaden a lo que ya desplegó en ‘El increíble Hulk‘ cuando el coloso esmeralda no era verde, sino gris, y otorgaba sus servicios como guardaespaldas en Las Vegas a quien quisiera pagarlos…fuera de la calaña que fuera.

Ni una ni otra consiguen, como decimos, despegarse lo suficiente de la clara impresión de ser uno de esos trabajos alimenticios que gente con tanto talento como David y De Matteis despachan en un fin de semana de trabajo intermitente. En el caso de Hulk, las 112 páginas que conforman el volumen se sienten como una anécdota estirada —muy estirada— que en los mejores tiempos de David —que no son estos que corren si sólo tuviéramos que juzgarlos a la luz de lo que se puede leer aquí— no es que no habría dado para tanto, es que es probable que el propio guionista lo hubiera rechazado por su talante inane. De hecho nadie nos dice que no sea así y la impresión más clara que queda mientras uno está leyendo el volumen es que esta «idea» fue la de un número de la colección que nunca llegó a ver la luz porque David prefirió dar otro ritmo a lo que acontecía en la serie —y por otro ritmo, entended uno bueno, claro—, enterrándola hasta que, por la razón que sea, la ha rescatado para la ocasión.

Nos queda al menos la posibilidad de disfrutar, en la medida en que se puede disfrutar, del trabajo Yildiray Cinar, algo por debajo de otras instancias previas que le hemos podido leer pero, no obstante, lo mejor del volumen. No se puede decir lo mismo, lamentablemente, de lo que Eder Messias lleva a cabo en ‘La cacería perdida de Kraven’, no ya porque su estilo de dibujo no resuene con la misma intensidad que el de Cinar en los gustos del que esto suscribe, sino porque, en términos de claridad narrativa —algo que el que esto suscribe ha terminado valorando con los años más que cualquier otra disquisición—, lo que aborda el artista resulta, cuanto menos, cuestionable: obscuro y confuso, el trabajo del brasileño no ayuda a levantar la limitada percepción que deja el guión de De Matteis, hiriendo, casi de muerte, al tebeo.

Y es que lo que el guionista lleva a cabo aquí, comparado —porque no cabe otra que compararlo— con lo que hizo junto a Mike Zeck allá por los ochenta, es indigno de la altura a la que rayó el producto original, una instancia que cabría calificar de legendaria dentro del personaje y que, en algún sitio, en otro tiempo, llegué a ver comparada con el ‘Born Again’ de Daredevil. Sin que servidor la tenga en tan elevada estima —más que nada porque no empezó a interesarme el hombre araña hasta que Straczynski se hizo cargo de él a comienzos de siglo—no puedo dejar de valorar aquél instante en la historia de Peter Parker y su alter ego muy por encima del «meh» con el que calificaría a un relato que discurre por terrenos trillados y que, insistimos una vez más, no añade absolutamente nada al canon del personaje.

Hay quien podría afirmar que aducir tal cosa cuando tanto el canon de uno como del otro se ha visto vapuleado en mil direcciones a lo largo de las décadas, es querer hilar muy fino, no decir las cosas a las claras, e intentar tapar una opinión negativa con eufemismos. Para esos, vayan las siguientes palabras: no nos han gustado ninguna de las dos miniseries, nos parecen una excusa barata para sacarle los cuartos a los coleccionistas que siempre quieren tener TODO lo que lleve el nombre de su personaje favorito en portada o, aún más, el de un autor legendario y desmerecen, de principio a fin, lo que uno y otro guionista llevaron a cabo cuatro décadas atrás en las dos cabeceras. ¿Contentos? ‘Nuff said!!!!!