Resulta encomiable que, considerando lo mucho y muy variado que el cine ha hecho con él, aún haya guionistas con la imaginación suficiente como para darle una vuelta de tuerca más al personaje de Robin Hood. Porque, así, tirando del almacén de células grises, y sin consultar nada, acuden prestos a la memoria la magnífica aventura de Errol Flynn; la alocada versión de Disney; el Robin del ocaso al que dio espléndida vida un magnífico Sean Connery; la dupla que, inesperada, formaron en el mismo año la ligereza de Kevin Costner y la sobriedad de Robert Patrick; lo cómico e irreverente de Mel Brooks dirigiendo y de Cary Elwes llevando las mallas; el toque realista —y algo aburrido, para qué vamos a engañarnos— que Ridley Scott le quiso dar al asunto con Russell Crowe de por medio y, hace cuatro años, la tontería prescindible que protagonizó Taron Egerton. A sabiendas que cada una de ellas ha hecho con la leyenda lo que le ha venido en gana, dándole giros y más giros a la misma premisa del bandido y arquero consumado que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, insisto en que resulta sorprendente, no sólo que Brugeas y Herzet se las apañen para dar con una idea que no rescate nada, no ya de las anteriormente citadas, sino de las más de cuarenta versiones con que cuenta el personaje, sino que, encima, dé con una premisa que no se le había ocurrido antes a nadie: que Robin Hood fuera un sheriff de Nottingham completamente desencantado de las políticas intrigantes de Juan sin Tierra.
Lo realmente interesante de este primer álbum de ‘Nottingham’ es que, aún a sabiendas de que esa es la premisa sobre la que se fundamenta la serie, la pareja de guionistas se lo tome con mucha calma presentando con esmero a los personajes y el momento histórico en el que viven; tanta, que a la finalización de la lectura, no habrá habido apunte alguno, al menos propiamente dicho, acerca de la figura en la que, supuestamente, se terminará convirtiendo el sheriff. Lejos de ser un contratiempo o, peor aún, una tara para la valoración final de la lectura, el temple que demuestran los escritores es una gran baza a favor de un tebeo que va discurriendo con creciente interés conforme la acción avanza y que, por la inversión que se hace en los personajes, atrapa mucho más al lector que si se hubiera optado por la vía rápida. Con tiempo suficiente pues para hacerse con los nombres, dispares personalidades y cruzados intereses que orbitan en torno a Nottingham y el bosque de Sherwood, y consiguiendo que todos ellos rezumen, hasta donde pueden hacerlo, una gran veracidad, la apuesta fuerte de ‘Nottingham’ descansa en el trazo de un Benoît Dellac que es claro y preciso, enérgico en las secuencias de acción, perfecto planificador de las muchas conversaciones que trufan las 56 páginas y capaz de dotar de una espléndida expresividad a sus personajes para complementar a la perfección a lo que se pone en boca de ellos. Un muy notable comienzo para esta reinvención de Robin Hood que, esperemos, sus artífices sepan llevar a buen puerto.
Nottingham 1: El rescate del rey
- Autores: Brugeas, Herzet y Benoît Dellac
- Editorial: Yermo Ediciones
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 56 páginas
- Precio: 17 euros