Superman ha cambiado su statu quo en poco tiempo. Con James Robinson y Geoff Johns primero y ahora (en la línea temporal española) con Greg Rucka metiendo mano, muchas cosas han pasado en la serie del que durante años fue personaje emblema de DC y que en la primera década de siglo XXI parecía haber pasado a segundo plano, superado por Batman en popularidad y por Flash o Green Lantern en calidad de las historias.
En DC decidieron poner coto a esta situación e idearon un mini-evento capaz de hacer que todas las series de Supes hablaran de lo mismo, aunque contando cosas distintas. Es Nuevo Krypton, la reaparición de un planeta extinto (sólo presuntamente, porque mira que han aparecido kryptonianos en la tierra) que provoca un terremoto para el personaje.
Hay que alabar que Johns y Robinson decidieran darle un nuevo aire a la continuidad del personaje. Matar a gente clásica con criterio, crear apariciones inesperadas que no son lo que parecen (Chris Kent) o trastocar partes inmutables de la historia de Superman (la ciudad embotellada de Kandor) han servido para darle un soplo de aire fresco al personaje.
Pero, más allá de eso, ¿merece la pena lo que está pasando? ¿Hay buenas historias? En la edición española de Planeta, tenemos, por un lado, la serie regular de Superman, que en mayo alcanza su número 36, y que está acogiendo los títulos americanos de “World of New Krypton”.
Aquí se nos cuenta qué ocurre en ese nuevo planeta que los kryptonianos de Kandor han creado de la nada y cómo Superman ha decidido vivir allí, a las órdenes del general Zod. Es una parte que cumple por encima de la media de los últimos tiempos: vale, no asombra ni podéis esperar un cómic histórico; ni tan siquiera es uno de notable alto. Pero tiene sentido, presenta a unos personajes bien definidos (aquí se hace un buen trabajo con Zod, algo más que el psicópata al que estamos acostumbrados) y se le da empaque al propio protagonista: Superman, en un mundo de “supermanes”, ¿marca aún la diferencia?
Por otro lado, tenemos lo que Planeta ha llamado “Mundo sin Superman”, donde se recopilan las andanzas de dos superhéroes recién llegados a la tierra, Flamebird y Nightwimng (no el Nightwing de Gotham, sino el kryptoniano). La series está un peldaño por debajo, pero consigue algo inesperado, al menos para mí: que me hayan interesado unos personajes que ni me iban ni venían. Además, al leerlo sientes que, más allá de altibajos en la historia, no has perdido el tiempo y que era necesario para seguir al personaje.
En Mundo sin Superman 2, el enfoque cambia y nos lleva de vuelta a Metropolis, donde Superman ha dejado a Mon-El, viejo conocido por todos, al cargo de sus asuntos cotidianos (a salvar el mundo me refiero, no a pagar sus facturas). Y, de nuevo, sin deslumbrar, la cosa es de un solvente que sorprende teniendo en cuenta cómo han sido los cómics del Supes de esta década. Lo mejor: saber que se tiene una idea clara de lo que se está haciendo.
¿Y Supergirl? Pues me quedan dudas. Al menos Sterling Gates intenta hacer algo con los personajes que tiene que tratar, que ya es bastante decir en la colección de Kara. Como el personaje ha pasado épocas tan nefastas, esto se ve con buenos ojos.
En definitiva, DC ha conseguido hacer algo interesante con una de las franquicias que más debería cuidar. El problema, como siempre, va a estar en alargar la historia y marear demasiado la perdiz. Pero al menos ya se pueden leer los tebeos de Superman sin tener que entonar el Matias-Prats-Style.
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