'Morgana', la leyenda, desde lo femenino

Como ya comenté hace unos años con ocasión del lanzamiento por parte de Yermo de ‘Las crónicas de Excalibur‘ —a la postre, lo mejor que he tenido el gusto de leer/ ver en torno a la mítica espada— las leyendas artúricas llevan formando parte de mi imaginario desde que era bien pequeño y, sobre todo, desde que caí fascinado por aquella primera vez en la que me senté delante del televisor a ver el filme de John Boorman. No es pues de extrañar que, desde entonces, jamás haya dejado pasar la oportunidad de acercarme a cualquier cosa que haya olido a Arturo, Merlín, los caballeros de la mesa redonda y el fecundo imaginario que atesoran unas aventuras que encuentran en este ‘Morgana‘ —fabulosamente editado por Nuevo Nueve, como ya es costumbre en la editorial— una vuelta de tuerca inesperada: el que podamos asomarnos a la historia que ya conocemos de sobra desde la perspectiva, no ya de una mujer, sino de la doble antagonista de Arturo y Merlín, la pérfida hermanastra del primero y aventajada aprendiz del segundo, Morgana Le Fay.

Heredera espiritual en cierto modo de lo que Stéfane Fert planteara en la muy estimulante ‘Piel de mil bestias‘ —y no sólo por el hecho de venir dibujada por el francés—, ‘Morgana’ sirve a Simon Kansara para hacer una relectura de principio a fin del corpus central de los mitos artúricos, pasándolos por el filtro de la hechicera cuando así es posible para ofrecernos un relato que, allí donde es plausible, innova considerablemente sobre la mucha literatura que hay en torno a la saga británica. El resultado es un tebeo que se lee con enorme interés y sobre el que se avanza, aquí y allá, a galope tendido llevados por la creciente curiosidad de llegar a esos instantes en los que la imaginación del guionista se saca de la chistera algún giro inesperado.

Cierto es que no son muchos y que, a la postre, la sensación última que deja ‘Morgana’ es la de haberse quedado a medio camino en la apuesta firme por construir un hecho alternativo de principio a fin a lo que las leyendas llevan siglos contándonos; pero también que, aunque sea sólo por asomarnos a las planchas de Fert, arrebatadoramente bellas tanto en su trazo como, sobre todo, en su impresionante uso del color, vale la pena hacerse con tan primorosamente editado volumen.