Habiendo crecido a la sombra de un arquitecto de interiores, la influencia que ejerció mi padre en la elección de la que sería mi futura profesión es imposible de medir en términos cuantitativos por cuanto, desde que era una enano, lo vi devanarse los sesos delante del tablero de dibujo intentando encajar planos de lo más diverso al tiempo que se bebía libros y más libros ligados con la disciplina arquitectónica. Así las cosas, fue muy temprano mi contacto con un universo que se me antojaba apasionante, ya por mano de la fascinación que despertaba en mi yo infantil poder dibujar como él dibujaba, ya por aquellas contadas ocasiones en las que le acompañé de manera furtiva a una visita de obra y mi natural curiosidad se veía sobrepasada con creces por todo lo que allí veía, ya porque, cuando él no estaba en casa, siempre agarraba alguno de los múltiples volúmenes que se agolpaban en las estanterías de su estudio y me quedaba absorto mirando los dibujos de F.Ching, los planos de Frank Lloyd Wright o, por supuesto, las maravillosas fotos que acompañaban a dos libros que manoseé hasta lo indecible: los que, editados in illo témpore por Gustavo Gili, se destinaban a recoger las obras de Le Corbursier y Mies Van Der Rohe, dos nombres que, en mi salto a los estudios universitarios en Sevilla, se convertirían en paradas obligatorias en el aprendizaje del arte de proyectar.
Enamorado tanto del genio de uno como el del otro y obsesionado especialmente con Mies y la sublimación de su idiosincrasia que suponía la casa Fansworth —que fue objeto de múltiples plagios más o menos evidentes por mi parte durante la carrera—, fue toparme de bruces con el volumen que hoy ocupa nuestro tiempo en mi librería habitual y ni siquiera hojearlo para desembolsar el dinero correspondiente e incorporarlo a mi tebeoteca. A fin de cuentas, ¿cuántas veces puede uno afirmar que dos de sus mayores pasiones se encuentran en un mismo medio? Pocas, ¿verdad? Pues aún son menos las que, como pasa aquí, nos pueden permitir afirmar sin sombra de duda que la pasión por el hecho arquitectónico se encuentra con un talento superlativo para la construcción de viñetas y que el resultado es una de las mejores lecturas que llevamos hechas en este 2019.
No es casualidad que el firmante de ‘Mies’, publicada por Grafito Editorial, también sea arquitecto. De hecho, mientras uno va pasando las asombrosas planchas con las que Agustín Ferrer Casas va llenando este recorrido por la vida de Maria Ludwig Michael Mies —el verdadero nombre del padre del minimalismo— se ve obligado a detenerse una y otra vez en las maravillosas reproducciones, ya de la arquitectura de Mies, ya de los entornos en los que se fue disponiendo la obra del genio teutón; y es el sumo mimo por recoger hasta el último detalle de los edificios que van salpicando la narración cualidad fundamental de la lectura. Más no penséis que a lo que Ferrer Casas se limita es a recoger con mayor o menor fortuna los proyectos de Van der Rohe en una sucesión de páginas más o menos coherentes. Antes bien, como arquitecto y conocedor íntimo de la escala humana de todo elemento arquitectónico, el pamplonés integra los edificios en un conjunto en el que los personajes son los auténticos protagonistas y los espacios por los que se mueven, un telón de fondo inigualable que añade profundidad a aquéllos.
Trabajando de manera ambivalente tanto la página simple como la doble —observad con atención la que os hemos incluido arriba—, es la poca legibilidad de alguna de éstas últimas, única y exclusiva falla que este redactor apuntaría hacia el ejemplar trabajo visual que el artista español enhebra en una historia que, hilvanada a base de flashbacks, comienza en el pabellón de Alemania que Mies diseñó para la exposición de Barcelona de 1929 y termina, de manera muy poética, en la Neue Nationalgalerie berlinesa, el Museo de Arte Moderno de la capital alemana que supondría la última aportación del revolucionario talento de Mies a la historia de la arquitectura.
Utilizando como hilo conductor de dichos flashbacks una conversación que Mies mantiene con su nieto a bordo de un avión, el rítmico devenir que Ferrer Casas impone a los episodios de la vida del arquitecto genera una hipnótica e inmediata atracción por la manera en la que se estructura todo el trasunto: lejos de ser estrictamente cronológico, el dibujante va saltando hacia atrás y hacia adelante en un perpetuum mobile aviñetado en el que hay cabida, sin orden aparente, para instantes que nos acercan a la Primera Guerra Mundial, al surgir del nazismo en Alemania, a la breve exhalación de esplendor de la cultura europea que supuso la Bauhaus o las más mundanas pasiones hacia el género opuesto que marcaron la vida del enunciador del «less is more». Una vida que, más allá de los muchos semblantes biográficos que a lo largo de las décadas se han publicado en forma escrita, encuentra en esta novela gráfica un vehículo sumamente atractivo llamado a ocupar un sitio de honor en nuestras estanterías.
Mies
- Autores: Agustín Ferrer Casas
- Editorial: Grafito Editorial
- Encuadernación: Cartoné
- Páginas: 176 páginas
- Precio: 23,75 euros en