‘Marvel Héroes El Increíble Hulk de Peter David Vol. 4: Fantasmas del Pasado’, grandeza gamma teñida de verde

Cuando un autor permanece en el mismo título durante tanto tiempo como lo hizo Peter David en la cabecera del gigante esmeralda, es normal que se puedan encontrar momentos de mayor inspiración con respecto a otros. En la anterior entrega de la colección publicada por Panini se empezó a vislumbrar unos picos de calidad que auguraban un futuro de lo más prometedor para el alter ego del doctor Banner. Ahora, con este ‘Marvel Héroes El Increíble Hulk de Peter David Volumen 4: Fantasmas del Pasado’ nos llega la confirmación de que algo gordo estaba pasando, lo hace además con una serie de relatos con los que el guionista de Maryland alcanzó una cumbre argumental en la que se mantendría durante un buen tiempo para regocijo de sus lectores.

No por nada, en esta cuarta entrega, podremos encontrar los números por los que recibiría en el año 1992 (junto al dibujante Dale Keown) el Premio Eisner al mejor equipo creativo, amén de una nominación a mejor serie regular (Gaiman estaba muy fuerte en su Sandman). Un momento de lo más dulce que se traduciría en unas ventas más que destacables por lo que todo parecía ir sobre ruedas en una colección que había dado más disgustos que alegrías. Ahora todo había cambiado, en cada cómic que veía la luz había algún elemento que tendría su peso de cara al futuro, un personaje nuevo, un diálogo brillante o algún aspecto nuevo en los poderes del personaje.

Pero, ¿tan bueno es el material contenido en estos volúmenes? Sí. Y mucho me temo que nos estamos quedando algo cortos en nuestra apreciación. Enfrentarse por primera vez a estas líneas argumentales supone un ejercicio de descubrimiento comiquero bastante interesante e inolvidable. Y eso que habría reveses como la salida de Keown del título al escuchar los cantos de sirena provenientes desde la recién creada Image para que iniciará su propia colección, aquel The Pitt que con el paso del tiempo ha caído en el olvido y supuso el declive creativo de un artista llamado a hacer cosas grandes en el mundillo.

David no es un guionista que se deje amilanar ante los inconvenientes, con unas ideas muy claras siempre consigue salir a flote por muy adversas que sean las condiciones contra las que tiene que luchar. Para ello, las primeras páginas del tomo nos trae a un Hulk inmerso en una suerte de sociedad secreta compuesta por superhumanos, un prólogo a lo que años más tarde se explotaría con sobresalientes resultados en series como The Authority. Dejando atrás la Guerra del Golfo y con cierta carga política, David decide cruzar al personaje con su otra serie del momento, X-Factor. La saga War & Pieces es testigo del particular homenaje que el guionista hace a aquellos días de pistolones imposibles y actitud perdonavidas. 

Tras una ida al futuro, con alien incluido, y una venida al pasado, viaje a Las Vegas mediante, ponemos rumbo a uno de los platos fuertes del menú: Fantasmas del Pasado. Sin entrar en demasiados detalles para evitar posibles spoilers, se pone en funcionamiento una trama gigantesca en la que se van a ver involucrados El Líder, Roca, Redentor, Los U-Foes, todos los afectados por la radiación gamma y cierto personaje con el que nos llevaremos una sorpresa mayúscula. Una saga que tendría su culminación en el número 400 de la serie, una entrega en la que los personajes secundarios como Betty, Rick, Marlo y el Panteón se adueñarían de la colección, imprimiendo un interés que por momentos superaría al producido por el equipo titular. 

Había que buscar sustituto en la parte gráfica, tarea nada fácil si tenemos en cuenta el éxodo masivo de talento a prados más independientes. Un nombre clásico como es el de Jan Duursema sería el que aparecería finalmente en los créditos de la saga. Artista que ya había demostrado su valía en otros cómics como Dungeons & Dragons, Arion o Elric y que tendría que lidiar con varios problemas de importancia. El primero era sustituir a una de las estrellas del título y, el segundo, sería adaptar su estilo clásico y académico a las exigencias de los años noventa. Una mezcla de contratiempos que restaría algo de fuerza al resultado final pero que no impediría que la historia brillara con gran intensidad. 

Aún así, la situación requería una solución rápida y duradera, no un parche que echará a perder la ilusión de todos los lectores. Tras un paso fugaz por parte de Chris Bachalo llegaría un chaval surgido de la explosión británica capitaneada por la sección británica de La Casa de las Ideas, Marvel UK. Gary Frank llegaba para devolver la grandeza gráfica perdida en los últimos meses, un arte del que podremos disfrutar algunas páginas en el presente volumen, un adelanto de lo que se nos viene encima en próximas entregas ya que sus lápices adornaron las páginas de la colección durante tres intensos años en los que David sabría sacarle el máximo partido. 

La edición de Panini, como viene siendo habitual, es una maravilla, sabedores del material tan importante (y demandado) que tienen entre manos no podían vacilar ni un solo segundo. Destacar y recomendar estos tebeos se hace casi una tarea obligatoria ya que su calidad ha aguantado el paso del tiempo de manera formidable y porque Peter David es uno de los nuestros, mostrándose siempre más como un aficionado que escribe cómics que como un guionista al uso. Su cercanía y su particular sentido del humor lo convierten en una de las personas más queridas dentro de la industria. Si encima escribe clásicos modernos como este, pocas son las loas que recibe.