'Manga', el ciclo con fin

Hay historias que nos dan la sensación de haber llegado con el programa ya empezado. A veces es así, fruto de un pequeño despiste que nos hace empezar por donde nos debemos. Otras resolverán nuestras dudas poco a poco por la vía del proverbial flashback. Pero otras sin embargo nos dirigen a una tercera via dejándonos perplejos y sumidos en nuestras cábalas mientras intentamos averiguar que parte de la ecuación nos falta. ‘Manga‘ es una de ellas, por lo que el lector que decida arriesgarse a su lectura debe acudir con mente abierta y, a pesar de su breve duración, una buena dosis de paciencia. Advertido queda.

A pesar de su título, en el que sin duda su editorial Fandogamia tiene un buen y original catálogo, este no es un manga. ‘Manga’, con mayúscula, es simplemente el nombre de la protagonista de esta historia, quizás la única que pueda darnos una pista sobre a qué nos estamos enfrentando, o quizás no. Más cerca en estilo al europeo o del cómic independiente la historia arranca con un fuerte aroma iniciático, primitivo, incluso podría decirse mitológico. Una pequeña familia formada por los padres y sus dos hijos a lo largo de un periodo que nos llevará hacia delante y hacia atrás, haciendo que al lector le quede la sensación de una concepción del tiempo cíclico. Sin elementos que nos ayuden a saber en qué época o mundo nos movemos con el añadido de un par de páginas en la que la acción se traslada a un presente más o menos cercano y que constituye casi un parpadeo, lo que incluye una ausencia completa de vestuario (hay que reconocer la elegancia del autor al presentar la desnudez, que en ningún momento resulta violenta o erótica para el lector) tampoco podemos hablar de una trama propiamente dicha, nos enfrentamos a una obra de sensaciones que inexplicablemente deja cierta impronta de familiaridad, pero que no podemos abarcar, casi como si de un aparte teatral se tratase.

‘Manga’ tiene algo de psicodélico desde su misma portada. Huyendo en más de una ocasión del contorno y casi siempre de la articulación canónica en viñetas, y recurriendo junto al negro a dos únicos colores, rosa y azul, en sus tonalidades más intensas, este cómic invita a perderse entre unas imágenes en más de una ocasión apenas esbozadas, pero que se mueven entre lo cercano y la inmensidad cósmica. El lector puede optar entre dividirse limitándose a disfrutar de este personal y atractivo apartado visual y un guión que se sale por completo de lo habitual, entre unas repeticiones que le aportan cierto cariz poético y un leve aroma borgiano que nos remite a eso mitos de creación y fundacionales que no esquiva ninguna cultura, independientemente de su procedencia.

Pero el que busque respuestas o simplemente una historia al uso no va a encontrar entre las páginas de ‘Manga’ ninguna de las dos. Esta es una de esas piezas extrañas que se mueven en la querencia por el mito, entre la fábula y lo extraño, como un puzzle en el que se cruzan mil piezas simultáneamente en nuestra cabeza y solo acertamos a que nuestras neuronas hagan su propia interpretación, y sin evitar pensar cuando lejos puede estar de la que concibieron su autor en primer lugar. Una experiencia atractiva y mutante que puede llenarnos o bien dejarnos tan vacíos como cuando llegamos, en un cómic llamado a sembrar la controversia, y si no ha dado para un debate más generalizado es porque todavía no ha alcanzado a suficientes lectores frente a géneros que, nos puede negar, resultan más populares. Si queréis formar parte del misterio este es el momento.